21 feb 2013

La pasión según Villamartín y un servidor


DIEGO LÓPEZ. Se abre el sol entre las montañas cercanas y el primer rayo de primavera asoma reflejando con su resplandor una torre altanera, dorada y con ganas de evocar un tiempo atrás en el que su arquitecto la configuró para que fuese templo de fe y devociones. La parroquia de Villamartín, el templo máter de los culiblancos, acoge un año más la Misa de Palmas del Domingo de Ramos. Muchos vecinos, entre ellos muchos jóvenes y niños, acompañados de sus familias acuden al lugar de culto con ilusión, ansia y muchas ganas, pues les será entregada la palma que tras su bendición estará lista para la apertura de Villamartín convertido en un Jerusalén improvisado que da la bienvenida a un Jesús triunfante, humilde a lomos de una burrita derrochando a su paso Paz y Caridad entre todos los parroquianos. Tras él una Virgen de los Reyes de talla barroca que portando su palma rizada acompaña a su hijo y cubre con su manto un sinfín de emociones populares.

Es ahí donde comienza el viacrucis de un señor que pronto será desprestigiado por los poderes fácticos del momento, un hombre que de ser recibido como un rey pasará a ser despreciado y juzgado por los que antes le aplaudían. Comienza el calvario, comienza la Semana Santa, en mi pueblo. 

He de reconocer que hace muchos años que no disfruto de ella, y no es porque no me sea posible, sino, porque tengo que admitir que soy un amante de la Semana Mayor de la capital hispalense, no puedo remediarlo. Pero estoy atento, pregunto e intento estar al tanto de todo lo que acontece en esta bendita semana de pasión en mi querido pueblo. Así, por razones poco chovinistas y porque la crítica es algo que yo creo que construye, quiero aportar en este artículo como contemplo la tradición, la fiesta y la pasión en Villamartín. 

Comenzar diciendo que no quiero herir sensibilidades, ni mucho menos criticar el tesón y el trabajo, el mimo y el amor con el que muchas personas mantienen la vida cofrade del pueblo. Pero es cierto que todo es mejorable y que en Villamartín hay potencial y es eso precisamente en lo que hay que trabajar. 

Entiendo que la manera particular de llevar los pasos en nuestro pueblo es una tradición, una muestra de nuestra idiosincrasia, pero hay que plantearse la moderación en cortejos que quizás intenten arrancar antes el aplauso por la pasión que en ser comedidos sintiendo lo que se lleva encima y lo que representa para muchas personas. Estoy muy de acuerdo en que alguna hermandad, como El Resucitado, tenga ese peculiar estilo de andar, pero a veces resulta un poco exagerado. No quiero decir con esto que tengan que desaparecer momentos tan entrañables y arraigados como el encuentro con Matrera y la Virgen de las Montañas en el Tacón o el saludo con el que Madre e Hijo deleitan en la plaza a todos sus Hijos. Aunque creo que si sería mejor un poco de mesura. Me consta, porque tengo familia que ha llevado en sus hombros a la Sra. de las Virtudes, que es un subidón de adrenalina el que viven lo costaleros, pero a veces en esa mesura es donde reside la verdadera pasión por lo que se hace. Otra cosa más que discutible del Resucitado es la utilización de capirotes y túnicas, ya que considero que no es una Hermandad de penitencia, por lo tanto no tienen sentido que los nazarenos acompañen el cortejo, recuerdo como antaño los hermanos portaban una vara con una cruz plateada, al igual que lo hacen ahora los nazarenos, pero vestidos de domingo, como se suele decir. Creo que daría más vistosidad al cortejo, pero eso son cuestiones muy particulares de la hermandad en las que no me quiero meter. 

Creo que si en Villamartín existe una hermandad con rigor es la del Nazareno y la Virgen de los Dolores. No sólo por la estación penitencial que representa, sino por la calidad de las tallas y la escena de la pasión que se manifiesta. Un señor que porta una cruz y carga con las culpas de la humanidad. Apreciación para esta hermandad, me gustaba mucho cuando acompañaba a Nuestro Padre Jesús el Cireneo, daba una visión más dramática a la escena y dotaba de humanidad al que se convierte en misterio. En cuanto a la música, cornetas y tambores para El Nazareno, dota de fuerza y vitalidad a la preciosa manera de andar de esta hermandad. Por cierto, muy destacable el perfecto cortejo enfilados los hermanos nazareno en parejas y respetando distancias y proporciones de orden. Estampa preciosa la que ofrecía años atrás, sinceramente no sé como lo hacen ahora, cuando el Señor salía por la puerta de atrás de la parroquia y se encaminaba por el atrio lateral hasta la puerta de los Novios, donde su Madre ya estaba enmarcada en la puerta, luces apagadas y el viento mesando la melena natural del que porta la cruz, precioso momento que nos reportaba el jueves santo. 

Ahora, es turno del luto, de la austeridad cofrade, del momento de recogida, de los nazarenos de negro de la madre que llora desconsolada la pérdida de un hijo de manera injusta, la virgen que se muere de Angustias con el regazo ocupado por un cuerpo inerte. Personalmente, es el paso que más me gusta de mi pueblo, lo que representa, la carga fatídica de una escena contra natura, un diálogo imposible. La cruz testigo de un dolor insoportable. Hermandad de las Angustias, que debe sobreponer el dolor que representa al folclore, la fiesta y la música. Para empezar el señor de la Vera Cruz, en mi humilde opinión debe carecer de acompañamiento musical, de ese modo el pueblo contemplaría a un Señor en la Cruz, muerto en su plenitud, se sobrecoge el público ante una escena tan dantesca, ante la muerte de un inocente. En cuanto a la Señora de las Angustias, debería de ser acompañada de marchas clásicas, de luto, tristes, es un misterio muy doloroso que no debe ser acompañado de Campanillero, La Saeta o Callejuela de la O, es un misterio más de La Madrugá, Hossana in Excelsis, Mater Mea o Soleá Dame la Mano.  Dicho esto, es un cortejo que está muy bien compuesto con las Tres Marías, la Fe, la Verónica y las mujeres de mantilla, bella procesión que luciría mucho más atractiva si la austeridad se tomase en consideración de una manera más seria. 

Una urna, una madre bajo el cielo nublado, rodeada de velas, unos portadores de complexión fuerte, altos, de riguroso luto, entronando un Entierro Santo, unas filas llenas de pena, dolor, se agotó el halo que inspiraba al mundo, hay desconsuelo, hay sobre todo Soledad. Es quizás el culmen de la Semana Santa villamartinense, ver como la urna que guarda el cuerpo físico del Señor muerto se traslada hasta un sepulcro, entre la pena y el llanto de su madre que en Soledad, sin palio, desesperada camina entre sus hijos sin encontrar el consuelo a su eterno dolor. Es aquí cuando se debe manifestar la escena, es el principio del fin y el comienzo de lo que está por venir. Música de tambores inquisitorios que proclaman la muerte acompañando el cuerpo de Cristo hasta el sepulcro. Ausencia de cualquier instrumento que no proclame la austeridad de los golpes de los palos en los tambores que anuncian la muerte. Delante de la señora una coral de canto o en su defecto un triduo musical, fagot, oboes y clarinete, claros, música que teme incluso ser escuchada, marchas cortas, breves emotivas. Se apagan las luces en la plaza, en la entrada y salida del templo. Si se puede por cada calle por la que pase. Añadir dos antorchas portadas por acólitos o monaguillos, añadir luz a tan magno drama, así es como presentaría yo esta escena del Viernes Santo. 

Llegados aquí y tras haber expuesto un punto de vista, personal, propio y espero que lógico de mi semana santa, sólo quiero agradecer a todas esas personas que creen que Villamartín tiene todavía una buena cantera para que la tradición siga, así lo espero yo y todos esos amantes de las espartinas rozando en el asfalto. Pero quizás en nuestro pueblo se carece de una continuidad en la dedicación a las hermandades y por eso pasan cosas como la crisis vivida en el Resucitado, gracias a Dios, ya solucionada. Pero quizás todo fruto de una despreocupación absoluta de la inmensa mayoría de culiblancos que sólo se acuerdan de las imágenes y de las hermandades los días en los que ponen su cortejo en la calle y eso no funciona así. Culpa quizás, por una parte de los poderes políticos y eclesiásticos del pueblo muy cerrados a la juventud,al cambio y a la escucha activa de aquellos que tienen algo que decir, por otro del propio Consejo Local de Hermandades más dedicado a salir con los estandartes y aparentar su estatus rancio dentro del pueblo, arcaica y antigua manera de pensar de muchos que forman parte de él y por eso quizás el "pueblo llano" no quiere participar de tan magno acontecimiento. Porque el significado de hermandad, hermanamiento es precisamente lo contrario, es unión, es acoger, es escuchar y trabajar en común y quizás por todo esto la fiesta no termina de cuajar en el colectivo y cuando llega la semana de pasión las personas están más preocupadas de como vestirán el día del Resucitado que en la vida cofrade en sí. 

Creo, desde mi modesta opinión, qué Villamartín y sus cofrades tienen que ser más abietos, menos elitistas y fijarse más en ejemplos como los de la cuadrilla del Cautivo que están comenzando a rodar en este mundo y que son una clara muestra de la dedicación y habrá algún día que sean ellos los que hagan las cosas y será entonces cuando las casas hermandades sean eso, una casa, en vez de una oficina que se abre una vez al año para que los hermanos pagen la cuota. Considero que hay que hacer un lavado de vanidad y replantearse las cosas si queremos que nuestra añeja tradición de la Semana Santa siga adelante. No obstante, no quiero terminar sin dejar de reconocer que si no fuera por esas personas todo esto que he escrito no tendría sentido. Así que a seguir trabajando y luchando por el bien de las hermandades, de nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra idiosincrasia. Pero sobre todo gracias por hacer que todo sea posible año tras año, Amén. 

* Todas las fotografías son carteles de la Semana Santa de Villamartín cuya autoría corresponde a sus autores y no a mí ni a este blog. 

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