(I)
Tengo el alma henchida de gozo,
cuando apruebo tu felicidad en mí
que en sonrisas de presente regalas
cada mañana como premiado grial.
Saltándote la nota de lo escrito,
posas tus palmas en mi cara
y tus dedos delicados en mi tez
acompañan a tus graciosos gritos.
Sabedora, sin conocimiento al mal,
te conviertes en mi única valedora
y espantas cualquier pensamiento fatal,
acunándome en mi adultez.
Sin mesura, sin ánimo de resarcir.
(II)
Tembloroso quedo ante tus ojos
que brillan, cual cristal,
mas no paran de llamarme,
para una nueva lucha comenzar.
Batalla de mil risas,
sin lágrimas de sal.
Y así es cada mañana
mi angelito colosal.
Y así es como me levanto
con toda gana de luchar.
Y así fuerte en mi esperanza
que ante los peligros va.
Y así todo mi pequeña,
mi gran tesoro vital.
Cuando unimos nuestras manos
en el camino repleto de piedras
se allanan los terrenos
al paso de nuestra juerga.
Destrozamos, juntos, con los pies
una dura pared dorada,
cuyo brillo no nos engaña.
Y sin necesitar tacones
para patear al chacal,
nos reímos como hienas
sin perjuicio pertinaz.
Y así luchamos unidos
mi vástaga y mi sino.
Y así avanzamos a la meta
de un futuro prometido.
Y así, aferrados y avenidos
en comunión nos espera
la sátira y la inocencia.
(III)
Ya es muy tarde mi rosita.
Sin espinas das olor
y con un tallito frágil
tu fragancia me embaucó.
Fue flechazo que sin vista
a todo mi ser cautivó.
Flor pequeña de mi vida,
asunto primo del corazón
de éste, que su parte puso,
para configurar tu candor.
Y así viniste, pequeña abeja
como a mi vida lo mejor.
Y así tuvimos la esperanza
de encontrar la perfección.
Y así toda tú, mi amor,
explotaste como genio
la existencia de los dos.
Que pasen los días, largos,
para embriagarme en tu razón.
Nunca que tus manos
se aparten de mi apretón.
Siénteme puntal del alma
de tu vida, mi primor.
Y duerme a la dulce nana
de las notas de mi voz.
Diego José López Fernández
Dedicado a mi pequeña Julia
06-07-2019