2 nov 2021

EL TREN PASÓ EN LA NIEBLA

Conferencia Memoria viva de Casas Viejas


Camaradas, el hambre grita

y tenemos que prestarle nuestras gargantas

para la lucha utópica del pueblo

bajo proclamas y pancartas.


El hambre, ¡hermano!, nos fulmina

y las estrechas lindes que nos dejan

se hallan lejos de garantizar el sustento,

pues es grial de los señores

de una gleba aniquilada.


¡Luchemos hermanos! por la tierra,

ya que, tumbado el derecho de pernada, 

no les dejemos nuestros vientres

a los que de ayuno nos matan.


¡Icimos las voces al cielo!

y que resuenen los ecos

a la par que tus tripas sin papas.

Y que se enteren, todos,

de que la lucha se gana con la palabra,

a pesar de los tiros y la soga

y las fulgurosas antorchas,

no sucumbiremos a la errata.


¡Avancemos! Sin miedo al dolor,

pues el tren pasa de día

aunque la niebla lo oculte

y creamos que la protesta,

sigue en pie su cita

aunque ayer las elites, la conluyeran.

La ilusión en nuestros cuerpos

siguieron en la ignorancia

Y, en vez de sacarnos del error fatal,

fue, nuestra confusión, la excusa

para el exterminio del que grita

y busca su libertad y el pan.


¡Sigamos quebrando nuestros huesos!

en las brasas de aquel fuego

y nuestras cabezas como trofeo

de los pudientes con dinero. 


El hambre, siempre el alimento

que, cuando escasea, falta el seso,

y queriendo repartir ganancias

en las bandejas del equilibrio

no era la solución, esa, para los señoritos

al ver peligro al vasallaje. 


¡Bramemos, en el ígneo consuelo!

de las pieles que se agotan

entre los chozos y el desconsuelo,

mas el humo es libre y sube

hasta lo más alto del techo

y, cuando toca el fin,

solo, detrás, se halla el universo

para continuar con el afán

del testimonio de tus recuerdos.


Y el tren había pasado,

tras la niebla densa en la mañana

y, sin saberlo el colectivo,

avanzaron con las proclamas

y no desconvocaron, camaradas,

razón por la que fijamos en el mapa,

como el estigma y la errata

de una república que en ciernes

sus albores emanaba

y con sus múltiples defectos

y con sus bondades y deseos.


¡Unámonos! Hermanos, camaradas

ante la ignominia y la infamia

y en el genocidio de nuestras almas.

Los chamizos, pobres, fueron prendidos,

aún así, no vencieron a la parca

que, aún ávida de ánimas,

mantuvo la historia bajo llaves,

escondida como badajo de sus campanas.


Hoy, con pocos candados,

pero con más burocracia que vergüenza,

reivindicamos tu injusticia,

cómo causa de nuestra pena

y resuene, así, siempre tu nombre

mi valiente Casas Viejas.


Diego J. López Fernández

31-10-2021

Noticias

Letras y Opinión

Fotos

Monumentos