27 oct 2019

SOLO, A TU PESAR


Saliste con la punta de tu lanza
a escribir cuentos de castillos
con alguna princesa encantada
entre los muros de sus ladrillos.

Solo erigiste la espada
ante las crueles batallas
donde vasallos sin escudos
te abandonan en la nada.

Alfiles que en diagonales
se topaban con los peones, 
cuyo reino del tablero
se lo ofrecían a perdedores.

Tal era la estima
y las ganas tan bajas
que, aún, echándotelo al hombro
no daban cuenta las ganancias.

A pesar de tu autonomía, 
tan solo te quedabas,
que por más valiente que fueras
tus dudas se entendían.

Te hiciste parco en decisiones,
a pesar de tus cualidades
y, sabiéndote distinto,
entre todos te perdías.

¡Basta ya! Dijiste un día
y las riendas asistes
y, desde entonces, cabalga
henchida en voz tu alma.

Ya no importan las cadenas,
ni la opinión de la masa.
Te proclamaste presidente, 
por diferente en la carcasa.

Ayer quise darte juego
hoy no sirves para nada
tan solo y triste como estabas
es como acabarás la cruzada.

Sin más compaña que la una,
en las previas de la campaña.
Más solo que el reloj
aunque toquen las campanas.

Diego J. López Fernández
27/10/2019

ROJA Y BUENA

Las tapias dejaron de llorar
para sonreír en mañana brillante.
El gris de la parca que los retenía
se ha hecho luz para volar sin alas, 
hacia un camino de partida errante.
Aquellos gatillos anónimos, sin balas
cayeron fulminantes a suelo férreo.
Mientras, se alejaba sola la penumbra.
No importaba la bandera, ni los gritos,
pues no eran más que fruto de soberbia
de una justicia que, al fin, llegaba.
Resonaron en las mentes asustadas
campanadas de victoria a destiempo,
mas el replicar necesario,
abrazaba cada tañido como un triunfo.
Metálico sonido que hacía batir
en un vuelo eterno a las palomas.
Revuelo pacífico sin aspavientos
que sucedía tras cerrar la puerta.
Un Estado en mujer encarnado
y encinta en negro, por recato, 
sin óbice de protagonismo deseado
buscaba evitar un cierre ufano.
Comitiva desdeñada de carroña
iracunda y rabiosa cabalgaba
soberbia inmunda que les mueve
tras haber despreciado la pérdida.
Indómita actitud de quien disfruta
del todo por la nada
porque valga su opinión amarga,
lo mismo que la de una rata.
Despegado sin honras y sin causa
acompañado por el que al suelo
llamaba a los electos de la patria.
Se acabó el segundo acto.
Por fin el telón bermejo caía,
más que pese a los viejos y a los nuevos
que de nostalgia mal querida
izan, aún, la bandera indebida.
Sean santos los sepulcros que de momias se alejan
y libres aquellas tapias
de sangre roja y buena.

Diego J. López Fernández
25-10-2019

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