11 nov 2020

MIS SIETE PECADOS CAPITALES

  ENVIDIA

Sentía que tus oropeles y lujos,

eran dignos de colgar en mi cuello,

haciéndome partícipe de su embrujo,

encumbrando, en mí, sus destellos.

Quise parecerme, sin tapujos,

a tu existir colmado de sueños bellos

que en mis pesadillas crujo

como látigo de envidioso descabello

al que tu fortuna sedujo.


PEREZA

Cuánto trabajo describirte

y mostrar tu frío rostro, tu dejadez.

Hacer pública tu esencia

con la desgana de mi ser,

y la vivencia procrastinada

subyugada a la pereza sin fin.

Qué triste desposeer el ansia

de descubrir tus rincones ocultos,

por carecer de interés para mí,

esa vida tuya, tan oscura y rancia,

sin atisbos por merecer.


GULA

Cinco son los delitos de placer,

con los que provocas a mi paladar,

salados los vicios de azúcar,

y amargos de ámbar

que alejan el agrio affaire

que ácido se encumbra.

Sea la gula mi pecado mortal,

y embriague a mis sentidos,

en las llamas de eternidad vital.


AVARICIA

Me quedé con todo,

con lo malo, con lo bueno,

con lo que me hacía daño

y con lo que me elevaba al cielo.

Me quedé con el oro

y con el ajuar mísero,

con las joyas y el joyero.

Lo quise todo y todo tengo,

con avaricia, sin miedo

lo tengo todo

y todo me lo quedo

arriesgando siempre

a encontrar el bolsillo muerto.


IRA

Lo intento a cada instante,

pero mi impaciencia sufre,

y mi irascible semblante

a la ira sucumbe.

¡Cuánto me gustaría anhelarte!

Y de mi razón alejarte,

abandonar a su suerte

este vacío que quema

y me deja inerte,

sin ganas, sin horizonte.

Fuera, porque dañas

lo más oscuro de mi alma,

y me haces tuyo, sin quererlo,

y me hundes sin remedio.


SOBERBIA

Tenías razón y lo sabía,

aún así, te hostigué,

hasta el confín de mis días.

Amedrentando tu fe,

maltratando, sin piedad, tu vida,

dejando en tu alma la sed

de mi soberbia incomprendida.

No supe torcer

mi ansiedad de cobardía

y por quedarme en el retén

de mi patética desdicha

hoy sufro excelso tu desdén

reacción, por razón, merecida.

Y me hundo sin tu piel,

por mi actitud fallida.


LUJURIA

Imposible no encadenar mi carne

a tus volúmenes de piel,

a la orografía perfecta de tu ser,

donde braman mis venas en sangre,

hacia el cauce de tu sed.

Allá donde la lujuria antes

es pecado y a su merced

me aboco sin desplante, 

asumiendo sin remedio mi perder


Diego José López Fernández

1 sept 2020

CUALQUIER 8 DE SEPTIEMBRE


Aquel septiembre que se fue, 
con el polvo en la vereda, 
con las ramas de las palmas, 
haciendo arcos en la carreta. 
Improvisados toldos de eneas, 
y bancos de duras pacas, 
que saben a gloria en la siesta. 
En el rancho de Ramírez sacan cestas, 
con termos de café y magdalenas, 
para llegar al Lugo 
con las primeras cervezas,
y danzar ante los bueyes 
en los altares de plata, 
con peana de buenos cinceles, 
que tu pureza guarda. 
Ya salen las primeras, 
a buscar las Montañas, 
con sus ricos ajuares de seda, 
que de papel se hacen en ellas. 
Tropeles de caballos trotan, 
entre terrones y terrazas, 
cubiertas por olivares, 
encinares y pinchas zarzas. 
¡Cómo huele a tomillo! 
Cuando nos acercamos a tu casa, 
y en paseíllo lustroso ecuestre 
llega tu ajuar de alhajas, 
tirados por dos bueyes. 
El tamboril al marcado compás, 
traza el paso de lo íntimo, 
y en los bordes de las mejillas, 
muchas lágrimas se han visto. 
Traen penas y alegrías, 
muchas promesas engarzadas 
y las cargas de una vida. 
Corazones que no empatan, 
en los visos del día a día, 
mas se hacen uno como milagro, 
ante la madre querida. 
Toda ella, esplendorosa, conmovida, 
que, desde su privilegiada atalaya, 
nos abraza y nos anima. 
La fe mueve montañas 
y Montañas nos motiva, 
entre reuniones de amistades 
y corrillos de familias. 
Quedan fotos en el tintero, 
instantáneas de un momento, 
y olores que a la memoria, 
siempre traerán recuerdos. 
Ya venimos de regreso, 
con algunos jirones en las chozas, 
pues el papel de la carreta, cansado, se despoja. 
Y las palmas y las telas, 
y los caballos y los romeros 
y los tractoristas y las palmeras 
cada vez mas roncos y cansados, 
percatan el fin a la fiesta. 
Mas, queda ella en el alma, 
y, esos sus ojos, misericordes, 
que nos allana, que nos calma y hace iguales. 
Y, a lo lejos las montañas, 
cargadas de añoranzas, 
y bajando por laderas 
henchidas todas las almas. 
Ya se intuyen las luciérnagas, 
en las calles de la Villa, 
dónde esperan impacientes, 
los que por dificultad no caminan. 
Y reciben a los suyos 
y abrazan sus pisadas, 
aplaudiendo al Simpecado 
que polvoriento se asomaba. 
Ya los cantes se acallan, 
y las palmas se hacen sordas, 
cuando llegan a la Plaza 
y termina la jornada. 
Las puertas del templo, discretas, 
abre sus hojas en jambas, 
para abrigar hasta el siguiente 
el tesoro de las Montañas. 
Viva la fe de nuestra raza, 
como pueblo en lo diverso, 
viva que en septiembre brilla 
por los confines enteros, 
y los rayos de sus brisas 
aguardan la eternidad al viajero, 
que nunca partirá del todo, 
porque su corazón, aquí, quedará preso.

Diego José López Fernández

21 mar 2020

POESÍA, SEAS TÚ

Rejas de libertad

Sea tu libertad, poesía,
la que nos sobreviva,
como testigo de la existencia,
como sabedora de la esencia,
como dueña de la quimera. 

Seas tú, poesía, la que digas sin decirlo,
la que escondas la blasfemia,
entre la belleza de lo incierto,
ante los ojos ajenos,
del que oye, desoyendo. 

Sean tus metáforas 
el escondrijo de tus hipérboles,
y que el símil de tu dulzura,
muera como antítesis
de tu epíteto.

Y seas poesía la que enojes a la verdad,
cuando confinados en lo incierto,
des luz a tanto mal, 
del que somos siervos. 

Y seas, tú, poesía
de corazones abiertos
la que lamas las almas
de estos seres hambrientos,
de velar la mentira,
con tu esplendorosa fachada.

Diego José López Fernández
21-03-2020
Día Internacional de la Poesía

20 mar 2020

SEGUNDA OPORTUNIDAD

Julia y Rita

Pronto quedaron sólo los niños y las niñas. Aquellos que todavía no habían perdido la inocencia innata al haber protegido a sus conciencias, con maestría, de traspasar el umbral de la ignorancia en la que vivían esos adultos que resultaban tan estúpidos y raros. Los mismos que, durante su existencia humana, se habían afanado en dejar como herencia, a aquellos seres de luz, tanta vergüenza infundada que hacía que su fulgor, sin remedio, por miedo a parecer distintos, terminara apagándose con el paso del tiempo. 

Sin embargo, los infantes de aquella especie tan extraña que parecía involucionar y la múltiple y diversa fauna global habían esperado con férrea paciencia, durante decenas de miles de años, a que llegase, al fin, ese momento. Ahora sí, estaban a su merced, esos cachorros humanos llenos de ingenuidad pero conectados de manera inequívoca y segura con la esencia de la naturaleza les volvían a pertenecer. Todavía el cordón umbilical los ataba a aquel mundo mágico y hermoso que la ceguera de los años les terminaría por velar para siempre, pero estaban a un paso de salvarse de aquel castigo.

A la par, salieron de sus escondrijos, hadas, gnomos, unicornios y dragones a ocupar el sitio que les correspondía, a pesar de que la ingenuidad de aquellos humanos adultos, ya extintos, había creído que eran fantasía. 

Así fue como la humanidad tuvo una segunda oportunidad de ser necesaria en un planeta, la Tierra, cuya alma habíamos pervertido y ahora ese mismo lugar, generoso, pretendía recuperarse de nuevo dándonos, otra vez, la confianza en nombre de aquellos pequeños inocentes.

Y ¿Quién sabe si esa nueva oportunidad no está a punto de hacerse realidad?

Diego José López Fernández
20-03-2020

19 mar 2020

VOLVER

Todo saldrá bien


Sean problemas de todos el de uno,
uno que no es por sí mismo el individuo,
sino parte del todo que nos aglutina,
en esta esfera inmensa del mundo.

Sean tus lágrimas mi aliento a consolarlas,
mis miedos tus abrazos protectores,
el mal común de todos, la esperanza,
pues unidos jamás sentiré que me hundo.

Sean añoradas aquellas penurias pasadas,
dónde cuanto menos había, más se ayudaba,
cuando el prójimo hermano, 
a tus cuitas preocupaba.

Sean pues las viles pantallas,
esas amigas de la pantomima, 
una herramienta que en útil uso
nos ayude a todos en las existenciales fatigas.

Sean nuestras enemigos los virus ajenos,
y no la ignorancia nata
de un patético postureo,
pues si hasta el tiempo la belleza mata,
no seamos de su volatilidad reos. 

Sean, pues, las ganas de volver a lo humano,
reconectados a la naturaleza,
lo que nos libre de esta guerra,
cuya adversaria es nuestra esencia.

Diego José López Fernández
19-03-2020

10 mar 2020

DE DOLORES A PASCUA

Virgen de los Dolores

Aromas que anuncian una previa
que en gozosos momentos nos alumbra,
dando agrado a los abiertos azahares
de nuestros naranjos nazarenos.
Dolores que eran siete,
clavados con daga en tu pecho,
Dolores, que en el viernes,
compartes con todos tu lamento.

Fe de un día que entremedio,
aguarda la fervorosa pasión
en los pasos ahumados de incienso,
que nos embriagan con su olor.
Cuántos penitentes se afanan este sábado
en proteger tu candor,
pues de salvador al humano
servirás con tu estertor.

Al fin suenan clarines,
a las puertas de la ciudad,
triunfante entre los olivos, caminando el domingo vas,
con la sola compaña
de un pollino y su mamá.
Entre palmas envuelta tu caridad
abiertas las jambas de tu pueblo,
hacia Jerusalén a mostrar la paz.

Lunes tardío en la traición,
en la que los tuyos renunciarán
y dejándote a solas,
con un beso, te venderán.
Malditas las estampas,
de los que te hicieron tanto mal,
y sacrílegas las entrañas de los que abandonan sin piedad.

Fustigada tu espalda en martes de sangre,
que derrama sin cesar,
ante el desconcierto de una madre,
que no atina a atestiguar
como los beneficiados
te abandonan ante lo fatal.
Solas María y Magdalena se encuentran,
abrazadas a Juan que afligido está.

Sean misericordes las postreras esperanzas,
que en miércoles de asueto
saldrán los villanos a apresarla,
y sea, pues, tu viva estampa de amor eterno,
la que en cáliz  de universal entrega,
encamine su alma hacia los cielos,
ante la cruz de tu mecenas.

Serán tus pisadas del jueves, Nazareno,
las que con fatigas del cirineo,
a Jesús y Simón os harán de juego.
Atrofiadas arrecian las voces de la masa,
que afines del infame Barrabás,
te conducen hacia las brasas,
de un infierno que evitarás,
entre contingencias inhumanas.

La quinta angustia bien atinada,
aturde en el viernes de blasfemia,
las profundidades de María,
cuyo vástago en brazos inerte,
sacude su ser con el padecer más ingente.
Soledad tras el tañido de funestas campanas,
despacio tras la urna de la fatal mortaja,
se halla por completo desolada.

Negruras en las nubes del cénit,
tras la aberrante cruzada,
que la inocencia se cobra,
en un sábado de torrijas pasadas,
las mieles de un erróneo castigo,
del hombre cuyas entrañas harapientas,
sirven de expiación a maldad añeja
a la que pronto la luz vence.

Trombones y estruendo de alborozo,
en el domingo blanco de Pascua,
cuándo a las calles sale, en Virtudes, la añoranza,
de ese hijo que se fue
y resucita entre alabanzas.
de los crédulos el cielo,
de los ignorantes la enseñanza,
de un hombre que con su historia, nos equilibra en la balanza.

Diego José López Fernández
09-03-2020

19 feb 2020

EL FIN


El ocaso es para todos

El día que muera quédate con mi luz
y no pares de oír los ecos de mi voz
en la lejanía del alma que huye.

Que no cesen las inagotables pertinencias
propias de una vida plena. 
Cerrados mis ojos, déjalos volar en la quimera del mañana,
ellos sabrán posar la vista en la infinitud.

No intentes ser tutora de mi esencia,
pues que sea la merecida memoria la que asista a tal fin.]
Cubre con las sábanas de tu amor lo poco que quede de mí.]
Y si la parca se retrasa en la parada de su espera]
llámala en mi nombre
y ábrele las puertas.

Cuando mi cuerpo no resista la náusea de la vida,]
déjalo correr en la maratón hacia la meta.
Y cuenta mis pasos solo a aquellos a los que les importen las huellas de sus pisadas.

Cuando muera quiero huir, tan lejos como pueda.]
Que las alas batan libres, inalcanzables.
Deja que la memoria de mi rostro se borre,
para los iracundos indeseados que nunca me quisieron.]

Que la paz de mi partida,
sea tanta como las semillas que me haya dejado plantar el suelo.]
Y no permitas que otra losa, mas que la tierra
sirva de tapa eterna a mi cuerpo.

Diego José López Fernández
19-02-2020

8 ene 2020

VOCES SIN ALMA

Hay ojos a los que nadie mira.
Voces a las que nadie escucha.
Oídos a los que nadie habla. 
Corazones para los que nadie laten.
Hay sombras que no tienen cuerpo,
vidas que carecen de alma.
Hay errores que te anulan
y conducen a la nada.
Personas casi sin rostro
que pasan sin zancada,
y sus pasos sin huella,
y su existencia vana.
¿Cuántas veces nos fijamos en su envoltura de llamas?
¿Cuántas veces acudimos a su llanto de plegaria?
Qué inútil cuando nada
salva la vida su distancia
y con abrupto sigilo
se apaga tanta desgracia.
Ya no quieren sus oídos escuchar nuestras palabras,
ya su voz no quiere ser escuchada,
ya sus oídos no necesitan la llamada.
Y ahora todos en manada
lamentamos tu desdicha,
cuando tus penas fueron
lejanas a nuestra vida.
Pero baste, al menos,
la redención del alma, 
para recordarte siempre
viajero sin amarras.

Diego José López Fernández 
08-01-2020 
A ti, Carlos. 

1 ene 2020

CUENTO DE NAVIDAD

Remiendos del alma
El reino pacía tranquilo y, entre las voces blancas de algunos coros infantiles y las luces navideñas que brillaban con intensidad en las céntricas calles, cumpliendo con su función de atraer hacia los bonitos escaparates a los vecinos y vecinas que ultimaban las compras típicas de la fiesta, disfrutaba de las entrañables fechas. 

Todo aparentaba calma, aunque la verdad de todo aquél vergel de buenos propósitos que emanaba de los sencillos y bondadosos lugareños, contrarrestaba con los ánimos del palacio del viejo Conde, donde nada ni nadie era capaz de apaciguar su disgusto. El Señor que se creía de aquellas tierras no terminaba de convencer con su falsa dispensa y un trampantojo de pan y circo sobre el verdadero significado que había intentado dar al último regalo envenenado con el que había agasajado, de manera falsa, a sus convecinos y que no terminaba de calar en la opinión pública. 

No sabía que la fortuna del tiempo, muy a su pesar, había permitido que aquel reino al que pretendía controlar con sus dudosas artes había vencido a un analfabetismo impuesto y a una sumisión de la mayoría ante una falsa élite que lo único que pretendía era perpetuar la oscura manera con la que habían mantenido sus privilegios durante siglos.

Pero el Conde, que lo veía todo muy claro en principio, tuvo que hacer algunos retoques al discurso para justificar con calzador sus derroches de innecesarios reconocimientos a un tiempo oscuro al que parecía deseaba volver con las nuevas dispensas que le ofrecía la libertad, esa misma que lo mantenía en su palacio en aquella céntrica plaza de la Villa. 

Aquel hombre gris intentaba ocultar la ridícula decisión de homenajear, con elementos inadecuados,  a la mayoría del vecindario que con su sangre, su sudor y sus lágrimas habían labrado tierra ajena. A esos mismos que dando incluso, en aquellas eras, su propia dignidad secuestrada en las hazas de señores de poca indulgencia y gran afán de poder absoluto se negaban a blanquear tal despropósito. 

El Conde, con su actitud despótica, pretendía hacer de aquella oda a la miseria y la decadencia el homenaje a los sufridores del eslabón más débil. Era como intentar enaltecer al pueblo judío con una fila de prisioneros entrando en un Campo de Concentración con su portada imponente y una Gran Esvástica 'hermosa' en el penacho, algo indudablemente majestuoso, a la par que infame.

Y aquí, en estas tierras para propios y extraños cuándo pasan por una de sus grandes avenidas, al final, se llevan la sorpresa del siglo y de los que están por venir. Pueden avistar con incredulidad un museo de los horrores en vivo y de postre un cortijo. La escena repleta de figuras sin rostro, ni identidad, sombras sin nombre, ni apellidos tal y como le gustaba a los poderosos. Seres en forma de números, faltos de humanidad, férreos, delgados, como ánimas alrededor del fulgor de aquel portentoso edificio. Rodeado de gallinas que no eran suyas, perros que adiestraban para ser herramientas de sus señoritos y todos sus avíos. Horrible, no por su majestuosidad estética, sino por lo que representa, la viva estampa de la miseria y la decadencia de un pueblo, nuestro pueblo.  

Y, por más que el Conde intentaba tapar el sol con un dedo, parecía haber olvidado que en el solar dónde crecen los cipreses yacían olvidados decenas de huesos sin merecida dignidad por querer dejar de ser la sombra bajo aquel bonito cortijo y reclamar que aquellas siluetas tuviesen cara, vida, nombre y apellidos, esos que casi habían sido arrebatados.

En aquella encrucijada, el Conde intentó cargar contra todo aquel que creía enemigo para tapar unas vergüenzas tan evidentes que se manifestaban tan oscuras como las sombras con las que pretendía engañar a sus vecinos en aquel aquelarre de derroche y anacronismo. 

La Navidad aún seguía su curso y quizás con la trasera del carrusel del Rey Baltasar el señor Conde aún tenía una nueva oportunidad de intentar dar luz a tan oscuros senderos por los que venía transitando con poco acierto.

Diego José López Fernández
01-01-20

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