Dame lo que es mío
presa de la ira,
cual ladrona sin dominio
de las huestes podridas.
Sabedora, cuando quiso,
puso germen al druida
y hoy asume, con ahínco,
su ruindad herida.
Desoyeron mis oídos
el grito que mi vida
daba ante el dominio
de la fatal retahíla.
Y lloré como un niño,
frente a la paz desvaida,
haciendo de lágrima río
desbordado en la ruina.
Aquí se halla mi destino,
blindado en esta mina
de cráter y túnel infinito,
perdido en la ignominia.
Diego J. López Fernández
05-07-2019
Diego J. López Fernández
05-07-2019