14 ago 2015

Las maravillas del camino


Qué maravilloso es vivir con la conciencia tranquila, levantarte todos los días pensando en que tu existencia sirve de algo, que tu sonrisa es un aliento para esa señora que te saluda en el autobús y que si das la mano la aprietas fuerte para no dejar caer al que intentas ayudar.


Qué maravilloso es poder actuar sin tener que dar explicaciones continuamente, porque una sola basta para saciar la curiosidad del entrometido.


Qué maravilloso es que los demás no puedan afectar tu conciencia, ni tu condición, y más maravilloso aun es que puedas utilizar la ignorancia como la mejor de las armas. Qué maravilloso es poder ser valiente por no tener que temer a nada ni a nadie.


Qué maravilloso es levantar envidia entre aquellos que tienen mejor posición que la tuya, porque esa es la clara aceptación de tu victoria y la evidencia de que la posición no da la felicidad, tanto como el hábito no hace al monje. Qué maravilloso es tener integridad y educación porque ellas te hacen fuerte.


Qué maravilloso es vivir rodeado de gente de verdad, de gente que te quiere y de gente que evita mentirte, ignorarte o que te deja caer para después reírse en el filo del pozo clavando su mirada iracunda sobre tu triste persona.


Qué maravilloso es ser feliz, pero que penoso es que tu felicidad sea la desdicha de otros. Los compadezco absolutamente a todos ellos, pues como dijo Jesucristo, hay que perdonarlos porque no saben lo que hacen.


Qué maravilloso es ser uno mismo y creer en ti, no hay mayor arma y escudo en la batalla de la vida que la propia dignidad. Si te respetas tú, nadie, absolutamente nadie, podrá perderte ese respeto y lo más maravilloso, sólo si te sabes respetar a ti mismo serás capaz de luchar por respetar a los demás.



Qué maravilloso es todo lo que es maravilloso.

Diego José López Fernández 

6 ago 2015

Demiurgos de la esencia

Al principio, Dios creo… Así comienza la Biblia, mostrando a un Dios creador, un Dios artesano. Esto nos lleva a pensar que la artesanía ha existido desde los albores de la existencia. Pues el ser humano siempre tuvo la necesidad de transformar su entorno para hacerlo menos hostil y más cómodo para el desarrollo de la vida. Ahora, parece que esa manera de proceder no pertenece al género humano, sino a majestuosas máquinas y cadenas de montaje que banalizan, absolutamente, el proceder minucioso y cuidado de las manos artesanas. Bien es cierto que la inmediatez y la revolución industrial han hecho más cómoda nuestra existencia con multitud de aparatejos y trastos que van desde pelar unas patatas sin complicación alguna y evitando que puedas dañar la yema de uno de tus dedos, hasta viajar a la otra punta de La Tierra en cuestión de horas, todo eso es, razonablemente, un adelanto que defiendo y, por supuesto, reconozco su valía. Pero todo es, igualmente cierto, producto de artificio, son cosas a las que les faltan almas, esas almas que se les presumen a las manufacturas artesanales llenas de labor y dedicación de un saber proceder ante la obra. Por todos esos motivos, creo que poner de relieve la labor de esos artesanos es, cuanto menos, un homenaje más que merecido a todos los que, aun, intentan ser un salvavidas de esas tradiciones.
Igualmente, desde la génesis de nuestra aparición en este planeta, danzas, músicas, instrumentos, juegos, costumbres y folclore nos han hecho únicos y nos han dividido en grupos diferentes como amalgama de un encaje de bolillos que forman un precioso bordado. ¿Quizás no son nuestras diferencias las que nos deberían unir? Sinceramente, enriquecerse del prójimo, viajar, conocer, introducirte en mundos desconocidos son acciones que nos harán más humanos; que nos acercarán más a nuestro origen, a nuestra raíz. En ese origen están los artesanos, los primeros humanistas, los primeros artistas.
En estos tiempo de locura e inmediatez lo artesano ha quedado relegado a un plano de culto de neo ricos que “saben” apreciar las piezas elaboradas. Hipsters alternativos que son “expertos” en apreciar lo independiente, lo creado en exclusividad, fuera de lo convencional y lineal. Viven en sus pequeños apartamentos en buenas zonas de las mejores ciudades del mundo y compran en mercadillos, anticuarios y talleres piezas hechas a mano. Pero no, ese no es el campo de la artesanía, tampoco lo es el de las múltiples ferias y exposiciones de muestras que enseñan, a modo de escaparate, a los artesanos realizando sus labores como si de Copito de Nieve se tratasen, todo eso no son más que las “catetadas” de las ciudades en un intento desesperado por volver al origen. Pues, los artesanos, los oficios antiguos, las danzas y la música cobran esplendor en sus entornos naturales. Para eso sería un buen comienzo el trazar una hoja de ruta y, cuando el poco tiempo libre que nos deja esta estresante vida nos lo permita, viajar. Pero hacerlo con ton y son. Antes de salir, investigar que te ofrece el destino y hacer lo posible por introducirte en la cultura local, por beber de las mismas fuentes que los paisanos y no caer en la inercia de lo comercial y turísticamente explotado, sólo de esa manera se conocerá el verdadero leitmotiv de la raíz antes mencionada.
 Poco a poco, semana a semana, iremos conociendo todo un mundo de nuevas sensaciones, nuevas que son antiguas, que son las originales. Quizás así podamos volver a ser más humanos, quizás de esa manera sepamos apreciar lo que somos y el por qué de haber llegado hasta aquí. Para, de ese modo, nunca perder el rumbo de aquellos polvos que hoy son el alma mater de los lodos sobre los que nadamos a diario. Ya que nada es nuevo invento, todo es mejoría de lo que, a buen seguro, alguien ya ideó en su momento, pero quizás por destiempo, falta tecnológica, de recursos o por ser todo un atrevimiento no pudo ver la luz y ahora lo hace como una novedad que esos neo retros “saben apreciar”. Sientan el mundo interior del ser humano, viajen al centro de lo auténtico, no compren canastos de mimbres hechos a mano en una tienda fashion de decoración exquisita del centro de su ciudad, indague dónde está el gitano canastero que los crea, echa gasolina a tu magnífico coche y plántate en su taller, ahí olerás las mimbreras secándose, las virutas en el suelo, comprobarás la esencia del devenir del tiempo y sólo así sabrás, con certeza, el por qué de su obra.

Las manos de Dios

Y del barro Dios creó al hombre a su imagen y semejanza… ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!… suena un martilleo en un taller polvoriento de una callejuela perdida en uno de los barrios más castizos de la ciudad. Y tras cada golpe de gubia, una escama de madera de cedro cae al suelo, cuál lágrima que se desprende del lagrimal de una madre dolorosa. Una lasca de madera que entiende que no es digna de formar parte de la obra que entre manos un imaginero cansado, por las horas de la madrugada, no deja de guiar sus manos de una manera casi autómata, como una revelación.
Y así, las manos, el rostro dolorido por la agonía, una mirada que clama al cielo y una boca entreabierta van tomando la forma de un ser viviente, a punto de dejar de serlo, una manos extendidas, casi inertes, un escorzo de dolor… y las ojeras siguen en el rostro de Antonio Ruíz Gijón, pero incansable tiene que extraer de ese trozo de madera a un gitano de la caba para hacerlo Rey de su barrio.
Del mismo modo, un señor de bronce, frente a una basílica, contempla impasible el devenir de los años. Divisa desde un lugar privilegiado el paso del tiempo en una plaza señera, en una plaza cuyas losas tienen el privilegio de ser paseo del Señor de Sevilla. Así pues, Don Juan de Mesa sigue impertérrito cada acontecimiento que tiene cabida en la casa de Aquel, que habita a pocos metros de su pedestal. Cuando Mesa decidió crear, no lo hizo por casualidad, a buen seguro a su madre también la tocó aquel ángel, no se sabe si en forma de paloma o de genes que se hallan fuera de lo humano, pero cómo el fruto de su creación, él, también se hizo eterno.
Mas no se entiende esta heroica ciudad sin la cruz de otro nazareno cuya calle de la amargura se erige frente al corazón que late de amor en el segundo templo. Dulce, sin aspavientos, con mesura, apasionado, un paso tras otro, un rostro cabizbajo, se adentra uno en la Pasión al contemplarlo y Montañés, también presidente de una ágora concurrida, sonríe orgulloso y embelesado por su obra. ¡A la gloria!
Castillo Lastrucci y Ortega Bru se hacen grandes en La Calzada, Santiago, San Lorenzo, San Gonzalo o San Andrés. Nada sería sin ellos. Nada volvería a las jambas de sus templos si sus manos no hubieran sido artífices manufactureras de tallas de bien, de tallas de mal, de tallas de Redentores y también de traidores.
Pero la Gloria,la luz, la Estrella de la Mañana, aguarda impasible en el anonimato su configuración material. Como un secreto inconfesable, la que llora riendo, la imperfección perfecta en un rostro, la que recoge como un manantial las lágrimas de penas y alegrías, de satisfacciones y decepciones, ella, ahí, para todos. Bendita Esperanza de buenos y malos, bendita hechura, benditas Manos de Dios que te tallaron desde el principio al fin. Nada sería de tus misterios si alguien se atreviese a desvelar que eres real, que eres hecha a golpe de martillo y cincel de gubia y pinceles, pues TÚ, Esperanza sin fin sólo pudiste salir de manos benditas, libres de cualquier pecado, sólo Dios, o ¿quién sabe? Supo hacerte así.
Llegados aquí, es justo y necesario rendir homenaje a esos seres humanos que tocados por un don especial convirtieron sus manos en los hilos de un Dios creador y nos regalaron para esta Eterna Sevilla, para la muy Noble, Leal, Heroica e Invicta ciudad, un sinfín de figuras humanas que poco tienen que ver con nuestra condición y sobre las que pedimos e imploramos a veces el perdón y otras la compasión. Sin ellas, Sevilla no sería Sevilla, sin Sevilla, ellas no tendrían casa, sin ellos ninguno hubiésemos tenido nada. Por todo ello, de nuevo creo que las Manos de Dios, algo tienen que ver en todo esto. Y usted, ¿lo piensa?

El sudor de la alegría

Cuenta la historia que allá dónde muere el Río Grande, ese que llena de gracia las vegas de nuestra bendita tierra con bellos y abundantes afluentes de señorío, hay una mina cuyo oro se bebe. Un lugar en el que el privilegio natural hizo sus estragos desde los albores de su existencia, pues no sólo le dio el beneplácito para ser sepulcro de los sedimentos que arrancados de las entrañas de la madre descansan en una bahía donde al ponerse el sol su último rayo atraviesa una gota de sudor de un hombre hastiado por el trabajo y a la vez dichoso por su labor. Ese mismo rayo muere en un viñedo de caprichosa forma. Sus troncos con hojas de verde esperanzador y cuyos frutos en forma de uva son el principio de esa materia prima que la mina de Sanlúcar de Barrameda transformará en un oro líquido, que embotellado, será el elixir que arrancará la alegría de un gentío que llenará un real entre faralaes de lunares de mil colores y dónde lo exultante se hace, más si cabe, cuando la bendita manzanilla baja por las gargantas sedientas atascadas de albero y fatigadas por el sol. Sevilla se deja seducir por el brebaje gaditano a sabiendas de que sucumbir a su fantasía es explorar lo que las manos de un hijo de la tierra cuidó y esmeró para ser servido en las mesas de la alegría.
Pero Feria de Abril, Sevilla, artesanía, manos de la esencia y tradición son un compendio que unido hacen que todo cambie para que no cambie nada. Tras ese fatigado paseo a través de calles abarrotadas, pero de difícil olvido para las retinas, divisas una casa tras otra cómo si de un espejismo se tratase y dentro sillas y mesas de elegante porte hacen de tu parada un placer para los sentidos. Unas sillas que son hermanas de las que en un pasado reciente han sentido entre sus eneas una nube de incienso en la tarde de un lunes bendito o de una madrugada eterna. Unas sillas cuya hermana más valiente se postra ante la puerta de toriles del coso hispalense para enfrentarse al morlaco de bravura  temida, dónde un traje de luces posa sus brillos para esperar lo que la muerte inminente quiera arrancar de la plaza. Sillas con un sello propio, asientos con rubrica de tronío, con apellido de solera, sillas de Quidiello que quedarán como centinelas inertes del devenir de la historia de una ciudad, de La Ciudad.
Así pues, poco a poco, tarde a tarde, año a año se van encajando las piezas de un perfecto rompecabezas dónde todos caben en alguna pieza por maltrecha e inverosímil que esta parezca. Todo encaja  en perfecta armonía.
De lejos se observa un cielo de farolillos que va alumbrando la calle. Un rosario de cuentas de perfecta hechura. Hileras que marcan las metas de cada una de las calles de esa efímera ciudad que se levanta a las orillas del río que morirá en la antes mencionada mina de oro liquido. Papel imprescindible para configurar la personalidad de la Feria de Abril, rojos y blancos, todos. Al parecer, el día los hace galantes con su abullonada figura, y por la noche centinelas de la luz, portadores del camino que evita la perdición. Magna luz que reflejada a través de su filtro el albero pasa de ser sendero para los cascos y ruedas de bellos carruajes a ser alfombra dónde los pies cansados de alegría, dónde las derramas de manzanilla son gustosamente recibidas, pues hasta el suelo bebe en esta fiesta, dónde cuatro hoyuelos que coinciden con las patas de una silla que ha sido arrastrada para dejar el hueco justo que necesita una pareja para adelantarse en los lances de los cuatro palos de las siempre imprescindibles sevillanas, se hacen verbo.
Y Sevilla muestra su mejor cara. Y Sevilla muestra su máxima ostentación de sevillanía. Y Sevilla es más Sevilla. Y así el sudor, la madera y el papel se hacen material de dioses cuyas formas son de culto sagrado para el sevillano que se precie de serlo y para el visitante que se enamore de la vanidad de una ciudad maravillosa. 

Canteros de la luz

Una bella vista desde el Sacre Coeur y toda rendida a tus pies, desde Montmatre la luz de una ciudad que brilla por si misma se hace inmensa y cualquiera de sus perfiles, desde el barrio Latino hasta los Inválidos, a través del puente de Alejandro III termina en lo alto de la siempre lozana Torre Eiffel. Una auténtica delicia para los sentidos y paso a paso descubrirás sus calles hechas de retazos de historia. Pero se estará preguntando ¿qué tiene que ver todo esto con Sevilla? Bueno, por todos es sabido que ambas ciudades comparten algunos elementos arquitectónicos como el puente de Isabel II, aunque el francés ya desaparecido, o que Eiffel es el artífice de las Naves del Barranco, aledañas a la zona de Capote. Pero no, no es esa la verdadera razón de estas palabras. Para ser honesto todo lo anterior es meritorio de mención, pero quizás hay algo que para la mayoría pasa completamente desapercibido y que mucho tiene que ver con un precioso pueblo del Corredor de la Plata, concretamente de Gerena.
 Pues sí, Gerena tiene mucho que ver con París y con muchas ciudades y pueblos de España. Desde la época Romana las laderas de las suaves colinas gerenenses han sido el centro de la actividad cantera dónde se extraía la mayoría del granito que cubre la pavimentación adoquinada no sólo de la localidad, sino de la capital Hispalense y también, como está documentado, muchas de las calles del centro de la magnífica París. ¡Sí señores! Paseando por algunas de las calles de la Ciudad de la Luz estamos pisando granito de Gerena. Material que hasta bien entrado el S.XX dio de comer, con esfuerzos descomunales, a muchas familias de la comarca de la Plata.
 Ser cantero era una profesión dura y digo era porque a día de hoy no queda actividad alguna en estos ricos yacimientos de granito. Gerena ha cambiado las tradicionales canteras de picapedreros por la moderna y sofisticada explotación del cobre en la mina de Las Cruces mineral del que también es poseedora esta localidad. Pero en lo que atañe a las canteras los vestigios que han quedado se resumen en los tajos que los canteros esculpieron a golpe de cincel, de las más destacadas la de la Fuente Santa, dónde actualmente hay un museo dedicado a los canteros y su actividad. Allí, los visitantes a través de paneles informativos y de la propia fisonomía del terreno pueden ver in situ la gran labor de estos artesanos de la piedra. Así pues, en el centro del pueblo se puede apreciar otra de esas canteras, convertidas hoy en un precioso recinto cultural al aire libre dónde se realizan conciertos, se proyectan películas y demás actividades de ocio. La Rodadera, que así se llama, ha quedado como testigo fiel de ese pasado no tan lejano.
Pero no sólo los adoquines de París son los más ilustres que han salido de Gerena. Ya que durante la construcción de la catedral de Santa María de la Sede de Sevilla no pocos fueron los carros cargados con granito gerenense para, sobrepuestos unos sobre otros, configurar el que es hoy día el templo gótico más grande del mundo. Pues el granito de este bendito lugar estaba predestinado a formar parte de cosas grandes. Tanto esfuerzo, tanto sudor, tantas horas bajo un sol de justicia o influidos por inviernos de grandes heladas debía tener su recompensa. Llegó a contar Gerena con un ferrocarril que construyó la Compañía Gaditana de Minas a principios 1911, alargando así el ramal que sólo llegaba hasta Aznalcóllar y así facilitar el traslado del material. De eso queda testigo en Gerena la Estación, actualmente reconvertida en oficina municipal de Turismo. Tanto auge alcanzó el granito de la localidad sevillana que tanto en la Exposición Íbero Americana de Sevilla de 1929, así como en la Exposición Universal de 1992 este granito de calidad excelente formó parte de la materia prima con la que se construyeron muchas de las infraestructuras que después contemplarían miles, millones de personas.
 Todas estas razones y otras tantas son más que suficientes para que un día venga a visitar este bello pueblo enclavado en las primeras estribaciones de la Sierra de Norte. Verán en su contexto original por qué Gerena es conocida como el pueblo de los adoquines, además de visitar otros de sus monumentos y restos arqueológicos. Será sin duda una de las mejores maneras de honrar el esfuerzo de todos aquellos que durante años dejaron su salud y su sudor picando como canteros de la luz.

Con el arte entre los dedos

Un camino polvoriento, una senda de pedregal entre amarillos trigales tras un pollino que cansado y hastiado por el calor avanza lento pero seguro. Tras la colina comienzan a vislumbrarse los primeros destellos del blanco de la cal y cual espejismo en el desierto cada vez la meta se antoja más cercana. Los serones y alforjas del borrico llenos de utensilios fabricados de mimbre, hilados y trenzados con esmero por una familia de gitanos que tras él van turnándose en el carromato que acompaña toda la escena. Es abril, mayo o septiembre, da igual, la fecha es lo que menos importa cuando es el nomadismo el pilar de tu hogar. De nuevo una feria, de nuevo un mercadillo y de nuevo paso a paso la familia de calés descalzan los senderos para arriar a un nuevo escenario donde vociferar las bondades de los productos que con sabiduría y tesón fabrican.
De esta manera una de las profesiones que tradicionalmente se les atribuyen a los gitanos, el de canasteros, llega a las calles y plazas de pueblos y ciudades desde hace varios siglos. Aunque ya es complicado ver esos puestos de palos y cubiertos con telas raídas y una familia que aceitunados por el sol y de pelo azabache con arte cantan las bondades de los cestos, canastos, zurrones, azaleas y otros tantos utensilios que con el mimbre y el esparto son capaces de configurar su utilidad. Relegados a algunas ferias de muestra y pequeños talleres escondidos en bellos y blancos pueblos de la geografía andaluza y sevillana estos artesanos del mimbre han sido los únicos que han traspasado generación, tras generación el noble arte de tejer este material que previamente han debido plantar o buscar en las riberas de los ríos y arroyos y que después de un tratado procedimiento han secado y humedificado adecuadamente para que sea manejable y dúctil.
Pocos son ahora esos gitanos que portan por las ferias de ganado ese borrico cargado de cestos y canastas. Quizás si algunos tenéis la suerte de ir por una carretera, de esas más o menos transitada, y a lo lejos divisáis un sombrero de ala ancha, quizás de esparto, que con un cartel, puede que con ciertas faltas ortográficas, anuncia la venta de utensilios artesanos de mimbre, párense y comiencen a poner en boga el noble arte del regateo, a buen seguro, el gitano canastero estará encantado de tratar contigo el precio final y ¿quién sabe? a lo mejor hasta os regala una pequeña tonada de palos flamencos acompañados de la autenticidad que le confiere su bendita raza.
Y entre canastos han nacido muchas voces y han tocado muchas palmas y han vivido muchos de los grandes artistas que han conseguido que nuestra tierra tenga uno de los patrimonios intangibles más preciados del mundo, el flamenco.
Si nunca tiene la suerte de encontrar esa carretera con arcenes de arte, cuando visite pueblos perdidos en los que casas cuevas todavía sirven de cobijo a sus habitantes, esos pueblos que más que pueblos son familias, pregunte si alguien se dedica al oficio de la cestería o la espartería. De ser así búsquenlo y olerán ese característico aroma del taller, ese olor pajizo que tan propio es de este material. Seguramente en una silla de enea, con un suelo escamado de fibras de esparto y mimbre y quizás un gato o perro como único guardián de la empresa, hallará a un señor con manos cubiertas de cayos que poco a poco trenza una nueva canasta o tapiza una silla sevillana. Al fondo, posiblemente, una radio un tanto anticuada, cubierta de polvo, resalce los oídos de los presentes con cantes por soleá, boleras, alegrías o fandangos.
Y aunque no lo crean se sentirán más humanos. Verán que no todo en la vida evoluciona al ritmo vertiginoso que la sociedad del pronto y rápido nos impone. Volverán a apreciar la parsimonia y el trabajo laborioso de las manos. Se acercarán a los orígenes de nuestra cultura y nuestra tierra. Y todo, absolutamente todo, le parecerá tan sencillo, pero, sobre todo, le parecerá tan hermoso que crecerá su interés por la sabiduría popular y comprobará que ser cultos no pasa por empaparse cuatro tochos en la universidad, la cultura se adquiere con la experiencia y hay muchos humanos que relegados en la sociedad son catedráticos de la esencia.

La pareja perfecta

La danza entre los amantes se adueña de la noche perfecta. Los presentes contemplaban con entusiasmo como entrelazan sus cuerpos, como se funden en uno. En esa noche perfecta, tras el balcón del amplio salón unos fuegos artificiales acompañan tan sublime escena. El destelle de la pólvora hace brillar los ojos que se iluminan por la luna llena, invitada de excepción. Y los amantes, como si danzaran en el desierto, son ajenos al espléndido ambiente que crean sus olores y sus sabores, los besos que se profesan son manjar de los propios dioses. Dicen los viejos sabios que no hay nada mejor que amar y ser correspondido. Los amantes que aquí se presentan son quizás una de las parejas más bien avenidas de las que pueda llegar a conocer.
 Hay pocos actos oficiales, recepciones reales y civiles, fiestas, ferias y saraos en los que esta envidiada pareja no sean invitados. Si es complaciente verlos juntos, presentarlos es todo un honor. El matrimonio de lujo que forman los cortadores de jamón y los venenciadores es digno de mención. El uno con las finas hojas de su cuchillo extrae de la pata curada de los cerdos de la Sierra onubense un manjar que en el paladar deja esa granulada textura. Para saciar la sed que el salado aperitivo arrecia qué mejor que dar un sorbo al catavino que con maestría saca con la venencia directo del barril y traspasado por los rayos del sol y oxigenando el caldo que extasía en los labios de quien lo prueba.
Desde los mejores viñedos de Jerez, Málaga o Montilla a las barricas de roble envejecidas por el tiempo se elabora ese líquido que en sus distintas vertientes hacen de Andalucía referencia mundial. El venenciador mejor representado en la botella de Tío Pepe que corona alguna que otra colina que atraviesan las carreteras patrias, es uno de esos personajes indispensables de nuestra cultura laboral. No cualquiera puede hacer arte con su trabajo, no cualquier trabajo es uno de los más fotografiados y tratados en postales que después recorrerán medio mundo. El de venenciador es uno de esos oficios de tradición de abolengo. Además de la elegancia y la exquisitez está impreso por el aroma de uno de los productos más codiciados que salen de la tierra de la vieja Andalucía.
Pero si en un matrimonio siempre hay un gran individuo detrás del otro que tanto o más lo es también, en este binomio no puede faltar tampoco ese otro que hace más grande al anterior. A pesar de la perogrullada es el cortador de jamón el complemento perfecto y compañero de vida de ese venenciador. Cortadores de un producto de calidad sublime, culmen de un largo trabajo que une tradición, sabiduría y temple. Además de las condiciones de flora y fauna que hacen posible la curación de ese jamón mundialmente reclamado es de buen recibo que ese digno e imperial alimento sea tratado por las manos de expertos para sacar de sí los mejores jugos y filetes que deleitarán los paladares con su estallido de sabor.
 Y no hay matrimonio más andaluz y mejor avenido. Expertos gastronómicos de todo el mundo coinciden en que ambos productos de esta nuestra tierra son manjares. Con ellos deleitan a los comensales y las cocinas de los mejores restaurantes y sacian a los estómagos más delicados y exquisitos. Para ello no sólo cocineros, sino cortadores y venenciadores que con su trabajo y buen hacer hacen de la ya sublime materia prima su máxima exponencia, saben extraer de ella los mejores aromas, los mejores sabores y hacen del producto un ejemplo de la verdadera destreza de unos oficios que jamás deberían perderse.
El jamón y el vino compañeros de elegantes salones y de antiguos cortijos. Romance el suyo que hace de la mesa un rosario de deleites continuos. Pareja de perfecta armonía y de estupenda mesura. No puede haber mejor homenaje para venenciadores y cortadores de jamón que cerrar los ojos cuando consumimos los productos que ellos con tesón manipulan, para en un sonado onomatopéyico dar rienda suelta a la explosión de sabores que hacen de su trabajo algo indispensable en cualquier mesa de calidad que se precie de serlo.

Gerena, gentileza de la plata

Dónde el confín del sol que Itálica guarda tras la colina. Ahí dónde reposan el astro rey la llegada del nuevo día, dónde la selenita luminiscencia recrea con su noche plateada el sendero de un corredor cuyo nombre se le debe al noble metal. Ahí, justo ahí, en la lozanía de una colina coqueta de pequeña estribación descansa la blancura de las casas y el esplendor de un bello lugar, Ierenna, la gentil Gerena del Corredor de la Plata.
A sólo 35 km de la eterna capital del sur de Europa derrama por sus laderas de granito esculpido balcones de fina altura y de casas labradas por el tiempo. Los adoquines de sus calles son sello de identidad al igual que sus rincones de inusitada belleza. Desde nobles como los Alba o los Albaserrada, pasando por los Oriol y Urquijo y al remanso de Alfonso XIII esta histórica localidad ha regalado sus calles a tan insignes personajes de la historia de nuestra patria.
Es además Gerena tierra de toreros de nombres ilustres como la saga Campuzano, o los diestros Escribano y Luque, picadores y novilleros que beben de las fuentes de la fiesta nacional en un lugar abonado por grandes ganaderías y sellado por el arte de esta centenaria tradición. Lugar de finas plumas y grandes periodistas como Alonso Vicedo, malogrado profesional, cuyo nombre se presta al prestigioso galardón anual que se concede a uno de los grandes de la comunicación del país. Galardón que en la vigente edición recae en la figura del paisano Francisco Javier Gutierez, corresponsal de RTVE.
“Qué por mayo era por mayo, cuando hace la calor…” rezaba el romance viejo del prisionero y  de sus calles es este mes primaveral cuándo el pueblo engalana sus balcones y sus aperos para acompañar a la patrona hasta su ermita. Jueves de promesas inconfesables arrastran los pasos de los caminantes tras la Virgen de la Encarnación. Festividad de la señora a la que se une  la jarana en el recinto ferial y en las casetas que se llenan de faralaes, brocados, flores y vino de la tierra. Mayo se dispone a coronar su nombre como el mes de los grandes eventos de Gerena.Nombrar es no acabar, comenzar es un atrevimiento y aquí Gerena se muestra infinita, pequeña, coqueta, con sus más de siete mil vecinos guarda grandes tesoros. Aunque los mejores tesoros de este bendito lugar los guardan con celo sus habitantes en sus entrañas, los trazados arquitectónicos, las esculturas de su fe y las reminiscencias de un tiempo pretérito lo hacen un alto en el camino indispensable para aquel al que le guste la historia, la buena historia. No podrán perderse las bellas calles del centro. Ente sus entresijos pueden contemplar bellas espadañas como la de la Capilla de la Vera Cruz o la preciosa estampa que aguarda con la campiña de fondo la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción y la muralla del palacio del marqués de Albaserrada. Obligada mención para la  Capilla de San Sebastián. Asimismo, en el arte cofrade joyas como la Virgen de la Soledad o de la Sangre, el labrado del Santísimo Sacramento o la bella e imponente estampa del Gran Poder. También caben personajes de raigambre en el noble arte de vestir vírgenes como Garduño que respira por las calles de Gerena o escultores como Dubé de Luque también están arraigados en el municipio. Digna es la mención de la Banda Municipal de Música con un más que reconocido prestigio.
Y es Gerena tierra de buenos deportistas con su equipo de futbol en tercera división de la liga profesional. Escuelas de natación, atletas y ciclistas que dan triunfos al deporte local. De ello da buena cuenta de palmarés de premios con los que cuentan las vitrinas de estos campeones de la física humana.
Pero si tiene un reconocido prestigio la fama del pueblo este pasa por la asombrosa gastronomía y el arte de los fogones de sus muchos bares y restaurantes. En cualquiera de ellos, el local y el visitante, pueden degustar platos de exquisito gusto. Debido a la fantasía con la que el paladar puede deleitarse en la villa el fin de semana del 4,5 y 6 de julio en una elaborada Ruta de la Tapa pueden degustar la espléndida cocina gerenera y se les ofrecerá la oferta de visitar un sinfín de lugares con encanto con un guía local que les explicará, gustosamente, la innumerable historia que encierran más de ocho siglo de devenir.
Ierenna bello lugar donde el placer, el sosiego y la mesura tienen un rincón apalabrado. Si quieren pasar un magnífico fin de semana o simplemente un día alejados del mundanal ruido de la ciudad vengan, déjense abrazar por sus calles, pisen sus acerados de granito y vuelvan a un pasado esplendoroso. Degusten su sana y variada cocina y quedarán encantados,a buen seguro, volverán. Y es que es tierra gentil con los propios y extraños. Sentirá su propio hogar en cualquiera de los rincones que visite y se congraciará con su estampa, tanto que su propio inconsciente le hará volver.

El noble arte de sobrevivir

Tardes de estío dónde el calor zozobra y rezuma por cada uno de los poros de la piel el sudor. Viernes, un gran atasco a la salida de la ciudad. La circunvalación se congestiona con multitud de coches, motos, furgonetas y caravanas. Si alguien mira por la ventanilla puede comprobar como su espontáneo compañero de viaje se rasca la nariz, pone a punto el aire acondicionado, baja el cristal para aspirar el viciado aire que viene de fuera, se acicala un poco o quizás se pinta de carmín los labios. La cola interminable, unos con destino a pueblos cercanos, otros comienzan sus vacaciones y van camino de la costa, pero todos, sin duda, están sudando. Pronto comienzan a avanzar los de la fila y poco a poco embrague y acelerador se alían para seguir el ritmo del que precede. Contento, pues la cosa prosigue, está cercano un semáforo en verde, pero cuando estás a punto de llegar el ámbar se enciende, el de delante frena y por ende tú también, ahora está en rojo.
Esa misma mañana también se había levantado, con el mismo sofoco y calor que el resto. Quizás no se pudo dar esa ansiada ducha matutina, pues no encontró la llave del grifo a mano. Quizás también su desayuno haya sido una rodaja de pan más o menos duro o en el mejor de los casos un buen samaritano le ofreció un café y una tostada en un bar del borde de esa carretera. Quizás los ávidos conductores en mangas cortas, en camisas de raso o algodón vayan mitigando los efectos de la canícula con sorbos a botellas de agua o quizás hayan recurrido a los aires acondicionados de su vehículo, ¡bendito extra! Dentro alguna que otra preocupación, alguna que otra prisa y algún que otro pasatiempo. Fuera la condena de un clima mediterráneo, un asfalto que bulle en espejismos y una pequeña mochila aledaña a ese semáforo en el que te acabas de detener.
Quizás las fronteras de tus cuatro latas te separen de la patria del que saltó una reja, fue capaz de cruzar un negro estrecho repleto de agua o atravesó varios kilómetros encaramado a los bajos de un camión. Dentro, tú o yo, con nuestras preocupaciones que no son pocas, fuera la mirada de un pobre diablo que poco tiene que perder, un diablete cuya blanca sonrisa y pupilas azabaches destacan entre los coches con algún que otro pañuelo entre sus dedos, quizás también ambientadores o quitasoles. Ahí, mañana y tarde, en una precaria situación de seguridad, exponiendo incluso su vida por un puñado de céntimos, quizás algún que otro euro. Por una razón o por otra se han hecho fieles trabajadores de la indigencia. Algunos, además, cuentan con cierto reconocimiento de todos aquellos que día tras días reciben sus buenos días. Ellos ejercen el noble trabajo de la supervivencia.
Simpáticos, agradables, conformistas, la mayoría de las veces te regalan una sonrisa a cambio de absolutamente nada, aunque puede que sean los únicos buenos días que recibas ese día, quizás sea el único piropo que te han dedicado en meses, pero, sin embargo, nos resistimos a compartir un sólo euro, -mañana amigo, mañana que está la cosa muy mala- les decimos a veces y ¿a ellos les intentamos convencer de lo mala que está la cosa? ¿Cuántas historias arrastrarán sus vidas, cuántas películas y bestseller se escribirían si nos sentásemos con ellos una hora? ¿Cuánto podríamos aprender de su trabajo?
Después arrancas y con un mal sabor de boca piensas, pero ¿qué cambio yo ayudando a esta criatura si en el próximo semáforo habrá otro y más adelante otro más? Y es bien cierto, la respuesta es en nada, pero quizás podamos ayudar a que la dignidad con la que ejercen su profesión se vea recompensada. Al menos, sepamos devolver el saludo, sepamos descubrir nuestra mejor sonrisa, devolvamos lo que con tanto altruismo y poco esfuerzo hacen todos los días, darnos unos simples buenos días de corazón. Quizás ellos después reciban una comida o una cama en un centro de acogida o en comedores sociales, ciertamente de hambre, quizás no mueran. Pero no sólo de comida ni de dinero vive el hombre, pues la humanidad alimenta el alma de las personas. Compartamos con ellos lo bello que es levantarse de nuevo y soportar esta asfixiante calor y que los problemas son menos con una sonrisa. Sepamos ver los pequeños detalles de la vida que nos engrandecen como seres vivos a pesar de nuestra apatía, falta de interés y maldad. En definitiva, aprendamos a ser humanos.

Escucha

Cuanta tristeza encierra a este azar
cuando las velas se apagan sin más,
cual espectro tras la pena final
acompaña el alma que sola está.

¡Señor! Escucha mi verdad.
Muestrario de migajas sin pan
hambrientas de fortaleza brutal
que vagan a la deriva de un mar
cuyo oleaje es abatido a ras.

¡Señor! Escucha en soledad.
Penosa la arena del arenal
cuando el grano está preso en el penal
y desglosa el desarraigo mortal
ante el desatino de la maldad.

¡Señor! Escucha esta hosquedad.
Presto estará aún el sosiego vital
desprovisto de esperanza sagaz
y que no asegure en mí la bondad
que de tu lado está aún en lo fatal.

¡Señor! Escucha y sé bondad.
Rauda desvanece la caridad
cuando luchando por tu dignidad
de desagradecido pecarás
Si desperdicias limosna que dan.

¡Señor! Escucha tal maldad.
Porque tan putrefacto está este mal
que arrastrándose te querrá llevar,
mas atándote con fuerza voraz
tal que el desamarre te hará fallar.

¡Señor! Escucha sin pasad.
Cuando desesperado te halles más,
el desconcierto ante ti acudirá
y la gran locura te matará
con la cuchilla de tu arma letal.

¡Señor! Escucha y ten piedad.

Guillena, esencia de Granada

Caía lentamente en el horizonte una luna llena, los campos abrumados por una luz prodigiosa que en la nocturna calma sólo era interrumpida por el estruendo de los cohetes. El aroma a nardos inundaba las calles de la bella Guillena. La plata de sus respiraderos y candelabros, el haz glorioso de la bella talla y un rostro angelical que porta en sus brazos una hermosa figura de un niño prodigio.
Poco a poco el silencio, interrumpido por los sones de una banda que delicada hace sonar las partituras. Alguna que otra lágrima derramada en una mirada cabizbaja que sucumbe a su paso. La noche, el pueblo, las calles, todos rendidos a los pies de la patrona. Alegría y nostalgia se abrazan un año más el 8 de septiembre en el bello municipio al contemplar a la santísima imagen de la Virgen de la Granada.
Y el reloj parece que se para cuando avanza el calzado de los costaleros por la estrechez de la calle Fernando Ortega, de principio a fin los sentimientos, la gubia perfecta de la imagen y la devoción absoluta de los vecinos hacen que el recorrido por tan emblemático lugar sea único año tras año. Trío de marchas, todas a la altura de las circunstancias. Primero Coronación de la Macarena y la señora de Guillena avanza lenta, apaciguada, segura de sí misma, derrochando toda la elegancia de su hechura. Termina la calle, el pueblo la espera y, para esperar, más esperanza, ahora la sublime banda hace sonar Esperanza de Triana Coronada, júbilo. Y al final de la calle, la sorpresa, la alianza de la perfección. Una guitarra dos voces femeninas unas sevillanas desde el corazón y una lluvia de pétalos. El marco perfecto para un día inolvidable. Terminada tan sublime tormenta, se aleja de nuevo su contorno soleado con La Saeta. ¡Perfecta!
Muchas plañideras siguen las estelas de su manto, ahora bordado con innumerables pétalos de blancos claveles. Promesas en silencio, llantos enjugados y paso tras paso la devoción mariana de todo un pueblo. Perfecta armonía de pasión y sentimiento. Desde dentro y desde fuera, con o sin cercanía a la escena, lo que queda claro es que Guillena es esencia de Granada.
Y es así como empieza el mes de las tardes más cortas del verano que languidece. Las noches de fresca brisa se entremezclan con las bombillas de júbilo de la feria de esta bonita localidad sevillana. Desde hoy y hasta el domingo Guillena vive sus fiestas mayores. Sevillanas, buenos cantes y bailes, novilladas en la centenaria plaza y toros de fuego a modo de cierre esperan a locales y visitantes en una de las fiestas más importantes de la comarca. A sólo 10 Km de la capital.
Si tienen este fin de semana libre, algo de tiempo y ganas de pasarlo bien, es aquí dónde se cita el buen comer y la diversión. Los guilleneros les acogerán en sus casetas y les harán degustar los platos de la tierra. El recinto, pequeño y coqueto, es escenario de una feria de propios y extraños. Una copa de vino de la tierra, un buen plato de jamón y algún “pescaíto” frito serán los invitados perfectos y los compañeros de viaje ideales para compartir tan agradable escenario.
Es así como Guillena despide al verano. Es así como da la bienvenida al nuevo curso. Es así como siente su gente la devoción religiosa y al margen de las creencias individuales, respetables todas ellas, compartir con ellos sus vivencias es una experiencia agradable.
Desde su templo la Virgen de la Granada velará por el devenir de los tiempos. Erige un año más el talismán de la perpetuidad, unión de la tradición y el devenir. Sirve como lazo de unión de las generaciones advenedizas y venideras. Pero sobre todo, para bien o para mal, identifica a un grupo de personas en torno a un mismo fin. Las tradiciones, al fin y al cabo, son los ancestros de nuestras raíces como personas. Ellas nos hacen seres comunitarios y nos llevan a vivir en asociación. Por todo ello, con sus ventajas e inconvenientes, está en todos preservarlas y perpetuarlas. ¡Amén!

4 ago 2015

Belleza inerte

Equivocó la paloma el vuelo
y anidó en tejas de barro mugriento.
Los canales de desagüe anegados
expedían el hedor de las sobras humanas
y la gota que escapaba surtía la sed del pájaro.
Quiso ir al ancho mar y fue cazado.
La red de asfalto asfixiaba su vitalidad
y cual ave de Alberti asumió su equivocación.

Equivocó la paloma el vuelo
y paró en rejas de hierro oxidado.
Las calles de transeúntes atestadas
huían del devenir de la difícil existencia
y el ruido que emanaban la ensordecía de tristeza.
Voló hacia marismas oníricas pero fue atrapada.
Los marcos de rotos ventanales servían de cobijo
y como animal libre entendió su derrota.

Equivocó la paloma el vuelo
y posó en tierra baldía de suspiros.
Los bordillos que sirven de guía
dibujan el plano del entramado malsano
y la hierba de plástico que crecía carente de vida
asomaba su patética estampa ante el ocaso.
La hierba maldita escudriñaba sus raíces
y las patas quedaron enredadas en la desolación.

Equivocó la paloma el vuelo
y quebró, en aras de la verdad, su llanto.
Las alas desdeñadas se afligían
asumiendo en un ciclo sin fin
la maldad que la atrapó sin opción de libertad.
Tornó a soñar y su vigilia jugó mala pasada.
Su lecho se hacía cada vez más sepulcro
y quiso luchar ante la adversidad sobrevenida.

Equivocó la paloma el vuelo
y encontró un camino de largo paso.
La belleza inerte servía de agua para la vida.
Los callos y zozobra acumulados de experiencia
y el delirante caminar complicado han servido.
Soñó con alcanzar el paraíso con premura,
pero de bruces se topó con la simple realidad
y quiso vivir y respiró tranquila tras su vuelo.

Efímero

El comienzo es lo más importante de una buena base. Sí, son los comienzos los que hacen que la vida se presente sólida y que los sueños tengan una buena estructura para hacerse realidad, pues los sueños, al fin y al cabo, son imaginables y fruto del trabajo de nuestro conciencia y como dicen algunos viejos sabios todo lo que nos podamos imaginar es posible. Es por ello que fabricar un buen comienzo a base de sueños es la clave para mantener una vida plena y en constante búsqueda del bienestar.
Otra de las claves para que la vida no se convierta en algo soporífero y nauseabundo es vencer los obstáculos del día a día con la mayor de las sonrisas y dedicar a los asuntos importantes sólo el espacio que se merecen. Así pues, se debe tener en cuenta que lo verdaderamente importante es mantener intacta tu integridad y tu dignidad como humano. Es imprescindible, para ello, vencer los miedos y al que intente amedrentar responderle con el desdén de la simpática ironía.
Quizás las muchas premisas que nos han hecho creer como ciertas la propia experiencia se encarga de desvelar la gran equivocación en la que se hallan. Pues, no siempre lo que mal empieza mal acaba y mucho menos lo que bien empieza dura para siempre. Son las propias personas las que con sus actos y su capacidad de entrega son, o no, capaces de hacer de algo que su eternidad sea una realidad o simplemente que lo efímero se adueñe de todo, pero nada tienen que ver los comienzos y las circunstancias que a estos le rodearon, pues del mayor suburbio nace el genio y de las mejores familias el maleante.
A tenor de lo difícil de la vida, de lo difícil de emprender nuevos proyectos, de la dificultad que entrañan los cambios y la dificultad que acarrean las pérdidas tanto humanas como materiales, así como, sentimentales es el ser humano el que con su fortaleza débil debe hacer frente y crecer en la adversidad. Leí en una ocasión que la cuestión es seguir caminando, no parar nunca. Los pies no deben estar nunca estancados en el mismo metro cuadrado a pesar de que la nueva zancada pueda ser el preámbulo de un tropiezo o el principio de un camino pedregoso, pero para eso estamos, para sortear, vencer, seguir y no parar nunca. No importa dónde quieras o puedas mirar, pero hazlo siempre al frente, ten horizontes y no creas que porque el sol llegue al ocaso la luna va a dejar de reinar el cielo. Por eso, es preciso saber que nunca existe la oscuridad cuando los corazones albergan esperanza.
Y el amor, el amor juega en esta liga y ¿quién entiende el amor sin complicaciones? Es necesario para que el amor tenga sentido que las cosas no sean del todo fáciles. Es muy necesario que el amor quizás no haya empezado a caminar con el pie derecho y es incluso posible que el amor haya surgido de un tumulto de circunstancias desordenadas. Pero el amor, el amor sabe cuándo es verdadero, sabe perfectamente cuando la balanza se decanta por el lado positivo y que lo malo que pueda entrañar son obstáculos de bajo nivel. Es el amor el que mantiene vivos a los seres humanos y el amor nunca tiene fin, nunca tiene epílogo, nunca acaba, incluso es inmortal.
Este final es el principio de todo, es un final con punto y seguido, ya que es difícil perseguir a la eternidad y darle caza. Es el principio de todas las cosas maravillosas y las que no lo son tanto. Es el principio del primer día en el que decidimos vivir con otras metas, el principio de la voluntad de ser mejores seres humanos y mejores parejas y mejores hijos y amigos. Este epílogo es la auténtica verdad y despoja de falacias y mentiras la demagogia que nos mueve para ser sociales y admitidos. Si hemos llegado hasta aquí, si el cosmos se alineó para que nacieras, probablemente, no sería casual, pues todos tenemos nuestra particular misión, pero depende mucho de la voluntad individual si asirla o rendirse en la adversidad. Los sueños son parte de esta misión, atento a tus sueños tanto a los oníricos como a los que tienen su fase REM durante la vigilia serás más sabio, serás más humano y serás más valiente. Pues no hay algo más hermoso que ese final con esencia de principio infinito.

El tejado, el gato y el tiempo

Tranquilidad y sueño penden del tejado mugriento por el devenir del tiempo y la tormenta y los estragos del musgo invernal que recalcitran las tejas dejando un aroma añejo y una estampa de tiempos pretéritos se hacen dueño de la estampa.
Por los factores de la escena bien podría tratarse de una casa en ruinas, o simplemente de un edificio dejado al abandono, pero, ¿no es quizás el tiempo y los estragos del mismo los que nos hacen ser quienes somos? Seguramente, ese tejado esté cuidado por un mimo anacrónico que deja que sea el devenir el que dé su aspecto y personalidad, esa muestra, es evidente al contemplar como sirve de lecho a un precioso gato al que poco importan las cicatrices del reloj. Pues, el felino descansa acolchado entre las tejas y poco o nada parece importarle su entorno ¿o sí?
Circunstancias varias son las que nos convierten en unas personas u otras. Es nuestro propio tiempo el que vaticina con nuestros actos y vivencias como será el tejado que nos cobije en el futuro. Ya que nadie está exento de la senectud que trae consigo cada segundo, hora, día y año que pasan por nuestros cuerpos, por nuestras mentes, por nuestro ego debemos concienciarnos. Sin duda, somos fruto de acontecimientos, nacemos de un producto que fabricamos cada día con nuestra percepción particular de las cosas. Somos alguien y lo somos para otros “álguienes”  del mismo modo que no existimos para multitud de seres. Así es la vida y así la vivimos casi sin darnos cuenta.
Mientras tanto, el hilo se va enmadejando en su ovillo de la rueca de una de las parcas que decide cuán largo o corto ha de ser. Tiempo que debemos no perder en raspar el musgo que nos va creciendo, ni preocuparnos por las lluvias tormentosas que nos mojan, ni por los posibles descuelgues de nuestras tejas y ser conscientes de que podemos ser el remanso de paz o el lecho de un gato caprichoso que sólo quiere el mejor lugar para descansar y el cuál, poco o nada, tiene que ver con la apariencia, sino con la calidad.
Así pues, sepamos cubrir cada día las necesidades de los propios y extraños, aprendamos a sabernos sabios y únicos, erijamos nuestras tejados en la grandeza del horizonte y destaquemos por nuestras veletas que sepan señalar el norte al que se halle perdido.
Al fin, poco quedará de nuestro legado, pues el devenir cederá en el tejado y las vigas caerán, se desplomarán las escayolas, se volatizarán las tejas y el edificio quedará derruido. Aunque siempre permanecerá el espacio, ¡sí! el espacio siempre quedará, sirva como base para un nuevo edificio o para otros menesteres, pero la huella se hallará imborrable por siempre. Entonces, ¿para qué martirizar nuestra fachada cuando nada de eso quedará? Seamos felices y constantes y construyamos ese tejado mientras el tiempo nos beneficie y tengamos como objetivo ser cómodos y bellos para los que viven y se cobijan debajo de él y no marionetas de las vanidades del exterior que en tan podredumbre mundo se quedarán vagando por toda la eternidad.

La dirección de nuestra Carta

Todo comienza en la era de las cavernas, desde que el ser humano comienza a ser sapiens y busca a su alrededor cualquier manera de hacer la vida más cómoda, placentera y fácil.
Es cierto, todo comenzó ahí, pero pronto surgieron infinidad de controversias, pugnas y  luchas de egos. Pues también, desde de momento, el ser humano ha necesitado tener la opción de ejercer el poder y hacerlo de una manera llamativa con el tesón de buscar la admiración y el miedo de unos y el beneplácito y el consenso de otros.
De ese modo, la naturaleza humana se hace vasalla al imponer normas que acreditan su apellido de sapientes rindiendo pleitesía a la cordura para una grata convivencia y una consecución del bienestar común.
Por todo ello, se hace grande y se acuña el término de Constitución. Tan magna palabra nos hace partícipes de un proyecto común, constituir es formar, crear, dar forma, hacer algo. Así pues, esa tarea conlleva en sí misma la necesidad de poner cosas en común, de llegar a acuerdos, de hermanar pensamientos e hilar posturas comunes con el contrario. Es así como nacen las Constituciones como leyes comunes, aceptadas y dirimidas por todos los ciudadanos. Es nuestra manera de ser UNO, crear unidad y confraternizar con los semejantes que la aceptan como suya.
Pero como todo, la Constitución debe estar viva y arropar a mayorías y minorías, debe estar atenta a todos los miembros de su gleba. Debe servir de orgullo común y exhibirse en plazas, calles y avenidas. Constitución es algo más que norma, es un amuleto de la democracia. Así pues, la Constitución se convierte en la protagonista de bellos desfiles, de bellos perfiles y se aromatiza con el cambio de estaciones. Además, acoge nobles y enormes edificios, viejas catedrales y archivos que son patrimonio mundial. Pues, Constitución es más que una norma, es una arteria que mantiene viva a ciudades y que da aliento a la sociedad que la acoge.
Asimismo, debemos convertirnos en guardianes de la Carta Magna, hacer que la llama que de ella emana no se funda por un vendaval pasajero. Pues si difícil es consensuar la Constitución, más aún mantener los principios anquilosados en el tiempo. Ella es soberana de nuestros destinos de convivencia, de nuestros derechos y virtudes como ciudadanos y pueblo, pero además, debe ser garante de nuestro devenir y de nuestras nuevas necesidades, somos seres vivos y humanos, sapiens. Por ese motivo, a la Constitución se le exige ese nivel de vitalidad y progreso.
Llegados aquí, sólo nos queda felicitar a la nuestra, que el pasado fin de semana cumplió treinta y seis años.Como todo, encierra errores y aciertos, incluso puede que resulte anticuada, como esos padres de jóvenes adolescentes que comienzan a experimentar la vida, pero eso no los hace menos válidos ni a ellos ni a la Carta Magna. Aunque quizás, corriendo los tiempos que corren, bien se podría hacer un esfuerzo por adaptar sus renglones ‘atados y bien atados’ a las nuevas formas de vida de una sociedad que pide a gritos ser librepara evolucionar en lo que es algo natural desde que el mundo es mundo.

A través de la ventana

Era marzo, quizás abril ¿o septiembre? No sé, realmente no me acuerdo, pero no es el tiempo lo más importante en esto que os quiero contar, es el lugar y, sobre todo, la persona.
Si mal no recuerdo, contaba con tres años de edad. Yo, por ese entonces, vivía en el pueblo gaditano de Villamartín, de dónde soy y dónde me formé. Pero las circunstancias del destino querían que me enamorase de Sevilla ya que la vinculación que desde mi infancia me unió a ella era fuerte.Un día nos dispusimos a visitar a mi abuelo materno que trabajaba, por esas fechas, en el edificio de Telefónica que, aún a día de hoy, sigue estando en Plaza Nueva. Desde el principio, me impresionaron los enormes ventanales del edificio y la majestuosidad de aquella plaza que quedó grabada en mi memoria de por vida.
Quizás fue un simple paseo, pero para aquél niño pequeño la ciudad era más grande que para el resto de los mortales y a pesar de mi corta edad quedé maravillado con tan magnánimos edificios. Tras el recorrido por el centro nos dispusimos a ir al barrio de Miraflores. Allí, en la calle Conde de Halcón, mis abuelos tenían las últimas pertenencias empaquetadas y las cajas embaladas dispuestas para ser repatriadas al pueblo dónde volvían después de veinte años en la diáspora de destinos a la que habían sometido a mi abuelo en la empresa. Recordaré siempre, como un sueño, un azucarero naranja de plástico que saqué con mis propias manos de ese piso. Una vez se cerró la puerta los diez años que mi familia había habitado ese domicilio parecieron quedarse atrás.
Pero la esencia de Sevilla siempre quedó en mi retina y en mis pensamientos y el viaje que realicé de pequeño era sólo el preámbulo de lo que sería mi futuro. Pues cuando finalicé los estudios en bachillerato comencé mi andadura universitaria en la ciudad en la que siempre soñé vivir y en la que tiempo atrás tanta gratitud provocó en mis inmaduros pero férreos sentidos. Fue entonces cuando hice realidad uno de los mayores sueños de mi vida, ser periodista, y lo conseguí. ¡Vaya si lo conseguí!
Así pues, los vaivenes del propio devenir vital nos llevan hacia derroteros que, a veces, pueden ser poéticos si sabemos ver la belleza que encierran en su simpleza e inadvertida existencia. Y es eso precisamente lo que me pasó, que como un deja-vu pude contemplar desde otra perspectiva lo que los caminos nos llevan a andar. Si con tres años asombrado me quedé con los ventanales del edificio de Telefónica, más bucólica me pareció, aún, la imagen de ese maravillo edificio visto desde uno de los ojos de buey del palomar del Ayuntamiento de Sevilla, justo encima del arquillo dónde por estas fechas se ubica el portal de Belén del consistorio.
Habían pasado veinte tres años y el mismo sitio visto desde una perspectiva diferente me llenó de nostalgia. Recordé aquel día tan maravilloso en familia y el lugar en el que mi abuelo había aportado su labor profesional y ahora era yo el que contemplaba y el que trabajaba en ese sitio, bueno realizaba labor becada. Del mismo modo, pero desde las alturas cómo si el tiempo hubiese querido que volviese a ver ese tablero en el que estaba jugando, un tablero de ajedrez en el que había pasado de peón a torre, el recuerdo de mi abuelo sobrevolaba mis pensamientos.
Y quedó marcada en mi retina tan maravillosa estampa y nunca olvidaré ambos días y siempre quedaré embelesado con lo que esta bendita ciudad aporta y aportará a mi existencia. Y a través de la ventana comprobé como pasa el tiempo rápidamente y cómo el sino siempre es incierto, pero no por ello menos hermoso.

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