ENVIDIA
Sentía que tus oropeles y lujos,
eran dignos de colgar en mi cuello,
haciéndome partícipe de su embrujo,
encumbrando, en mí, sus destellos.
Quise parecerme, sin tapujos,
a tu existir colmado de sueños bellos
que en mis pesadillas crujo
como látigo de envidioso descabello
al que tu fortuna sedujo.
PEREZA
Cuánto trabajo describirte
y mostrar tu frío rostro, tu dejadez.
Hacer pública tu esencia
con la desgana de mi ser,
y la vivencia procrastinada
subyugada a la pereza sin fin.
Qué triste desposeer el ansia
de descubrir tus rincones ocultos,
por carecer de interés para mí,
esa vida tuya, tan oscura y rancia,
sin atisbos por merecer.
GULA
Cinco son los delitos de placer,
con los que provocas a mi paladar,
salados los vicios de azúcar,
y amargos de ámbar
que alejan el agrio affaire
que ácido se encumbra.
Sea la gula mi pecado mortal,
y embriague a mis sentidos,
en las llamas de eternidad vital.
AVARICIA
Me quedé con todo,
con lo malo, con lo bueno,
con lo que me hacía daño
y con lo que me elevaba al cielo.
Me quedé con el oro
y con el ajuar mísero,
con las joyas y el joyero.
Lo quise todo y todo tengo,
con avaricia, sin miedo
lo tengo todo
y todo me lo quedo
arriesgando siempre
a encontrar el bolsillo muerto.
IRA
Lo intento a cada instante,
pero mi impaciencia sufre,
y mi irascible semblante
a la ira sucumbe.
¡Cuánto me gustaría anhelarte!
Y de mi razón alejarte,
abandonar a su suerte
este vacío que quema
y me deja inerte,
sin ganas, sin horizonte.
Fuera, porque dañas
lo más oscuro de mi alma,
y me haces tuyo, sin quererlo,
y me hundes sin remedio.
SOBERBIA
Tenías razón y lo sabía,
aún así, te hostigué,
hasta el confín de mis días.
Amedrentando tu fe,
maltratando, sin piedad, tu vida,
dejando en tu alma la sed
de mi soberbia incomprendida.
No supe torcer
mi ansiedad de cobardía
y por quedarme en el retén
de mi patética desdicha
hoy sufro excelso tu desdén
reacción, por razón, merecida.
Y me hundo sin tu piel,
por mi actitud fallida.
LUJURIA
Imposible no encadenar mi carne
a tus volúmenes de piel,
a la orografía perfecta de tu ser,
donde braman mis venas en sangre,
hacia el cauce de tu sed.
Allá donde la lujuria antes
es pecado y a su merced
me aboco sin desplante,
asumiendo sin remedio mi perder
Diego José López Fernández
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