DIEGO LÓPEZ. Desde la careta y el confeti de un tardío carnaval se pasa a una cuaresma plagada de lluvia, viento, frío y una tristeza que otea sobre nuestro celeste cenit. El ambiente está cargado de desesperanza, de desconsuelo, de incertidumbre. Desde los disfraces de don carnal engalanados muchos de ironías y verdades escondidas entre risas, se pasa a un tiempo, extraordinario, donde muchos esperan lo divino como si de alguna salvación se tratase. Vemos como cada día el ser humano asiste a su degradación sin pudor alguno y vierten en sus ocultas pasiones todo lo que les gustaría ser si lo dejasen. por eso aprovechan una fiesta pagana, mal vista, la cual tiempo atrás fue incluso desprovista de celebración, para sacar de sí mismos el otro yo que llevan dentro. Después se ataviarán con mantillas y capirotes, se pondrán el costal y rezarán a todos los santos del cielo clamando algo de cordura, cuando tan sólo ellos mismos son los dueños de sus designios y sus designios los están llevando a una locura social que hacía tiempo no se veía.
De ese modo, asistimos a un tiempo donde todo vale si después uno es capaz de recapacitar y redimir sus pecados a través de la culpabilidad. Somos tan hipócritas que criticamos a los que nos dirigen cuando realmente después son ellos los que se llevan las palmaditas en la espalda a su paso. Criticamos los humanos a esos otros humanos que ostentan un puesto de superioridad más cuando sus perfúmenes atraviesan nuestros hombros y nuestros rostros se encuentran con los suyos agachamos la faz y hacemos una estúpida reverencia haciéndoles ver que son triunfadores en una sociedad donde prima el que más valor le echa a la vida, más rostro a los asuntos y se cree a sí mismo el omnipotente poder. Ahora ejercer un cargo público es sinónimo de poder, es sinónimo de estatus. Alcaldes, concejales, mindundis de pueblos, algunos más que incultos que se creen que por tener una silla de cuatro patas de madera en un habitáculo que lo hacen llamar Pleno Municipal son álguienes que se merecen esa genuflexión del pueblo llano. Pero más vergonzoso es eso, más me avergüenza ver como asistimos impertérritos a dicho desastre social y consentimos que todo siga igual.
Ahora y siempre, se sigue comprando a las personas con una bolsa mísera de trabajo que no soluciona la vida de nadie, socialistas falsos e hipócritas, malditos siervos de una secta llamada democracia, políticos corruptos que no hacen más que llamar la atención cuando te toca la desgracia a la puerta. Políticas de lamentables seres que se han encargado de hacernos ver que vivimos en algo que es completamente mentira, con la diferencia que la nueva generación es culta, o al menos una parte, y se da cuenta que esto no es lo que nos han hecho creer. Partidos nacionalistas de Andalucía, patéticos seres que difaman la figura de Blas Infante el cual sentiría vergüenza de que gente tan carente de sentido abandere lo que un día él fue capaz de plantar. Regadera de aguas fecales que huelen mal y que no saben lo que es gobernar con dignidad y que se cierran las filas de una derecha rancia que en mi bendito pueblo de Villamartín no ha encontrado en otras siglas su ideal.
Pueblo de gente humilde, de campo, de labriegos y de costumbres ancestrales, anquilosados en una tranquilidad de tiempos pretéritos donde el caciquismos hacía de las suyas y que tristemente sigue siendo así. Pueblo que permite que en las fiestas de guardar, y en las que no lo son tanto, se dividan los estamentos sociales como si de la edad media no hubiésemos salido. ¿Pero a quién creen que engañan? Ni unos ni otros sois capaces de dirigir lo designios de este lugar, básicamente porque creo que el colectivo se sigue asombrando ante una sotana, una vara de mando y un taco de billetes, negros, grises o blancos en una cartera. Como dijese cierto autor magnífico de carnaval "si este pueblo se disparata con la boda de un mata vacas y la hija de una duquesa..." y como sigue "...ese pueblo me da vergüenza". A veces, es eso lo que siento de un pueblo que no es capaz de hablar claro, que se siente continuamente inferior a los demás y en el que existan palcos de terciopelo para que cuatro personajes vean pasar un desfile procesional. Hagamos de la fe un atisbo de esperanza en los creyentes y en los que no lo son hacerles ver que la humildad que promovía el que se representa sobre la parihuela cala al menos en los que promulgan su palabra y no alejan aun más al pueblo.
Como culiblanco a veces siento que las tradiciones de este pueblo tienen nombre y apellidos, parece que los momentos históricos, los que hacen que nuestra historia se construya día a día están solventados por una "élite" que roza el ridículo en muchas ocasiones y que alejan cada día a personas que conforman la masa de lo que somos, un pueblo. A la hora de la verdad, son siempre los mismos los que gozan de los privilegios, los que gozan de los espacios, de las tradiciones o los que se agencian la idiosincrasia, y aunque gracias a dios que los demás somos capaces de hacerlo paralelamente siguen subsistiendo muchas de las cosas que entendemos como parte de nosotros.
Sé que todo esto puede resultar confuso, que los temas sean más que diversos y quizás distantes en cuanto a contenido y naturaleza, pero en todo hay un factor común, y es la dejadez en la que se encuentra ahora la sociedad, en lo igual que da todo, en el adormecimiento de las masas, en lo fácil que se lo ponemos a los que tienen algún puesto de poder para que nos manipulen. Me da pena la facilidad con la que cada día gente que está dentro de la política, de la iglesia, sindicatos, asociaciones, etc. que sólo buscan un bien común, están siendo extorsionados y distorsionados por un colectivo que tiende a la generalización. Un poder que no hace creer que al final todos tenemos la culpa de lo que pasa y que todos somos responsables, cuando verdaderamente desde que nacemos de lo único que somos dueños es de nuestra libertad de pensamiento, que no de opinión y expresión y por eso tenemos que inventarnos disfraces en carnaval y nos agachamos sonreímos y alabamos a nuestros poderosos en cuaresma.
Difícil tarea la de ser un ser humano, tan complejo, tan cobarde, tan ambicioso, tan falso, tan maravillosos, tan malos y divertidos tan estúpidos e inteligentes a la vez. Seremos quizás el animal más inteligente de La Tierra, pero a buen seguro no el más feliz y lo más triste es que nos conformamos.
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