2 mar 2022

TODO LO PUEDE

🌬️ El viento soplaba, lo había hecho desde el principio, aunque jamás sus bocanadas alertaron sobre el punto cardinal del que partían. Los envites eran continuos y, muchas veces, las bofetadas de su cólera arreciaban en las estructuras, sin que estas hubiesen tenido previsión para guarecerse. El tiempo sabía que él era el único que podía superar a tan colérica rabia que movía al invisible elemento. 

🌬️Era consciente, tanto como ese niño travieso que observa a sus iguales desde una atalaya, de que podía pararle los pies al enemigo, a ese que durante eternidades se concentraba en molestar al conjunto de los mortales; aunque estos no tuviesen, ni la más remota idea, de quién era su aliado. 

🌬️Aquel viento tampoco cejaba en su empeño de embravecer las aguas del mar para que ni marinos, ni piratas encontrasen la paz en sus aguas, a veces, tan profundas que perdían su tonalidad azulada para dar paso a un morado intenso que se antojaba en abismo. 

🌬️Eolo seguía haciendo de las suyas y tan siquiera la férrea montaña, impávida, con su majestad atronadora, tornó en timidez la fuerza con la que disparaba aquel desaforado huracán. Ella aguantaba con estoicismo la afrenta, sin negar el dolor que le provocaba el desgarro de la erosión que incidía en sus laderas. 

🌬️Tras aquella depresión de la geografía había un árbol, frondoso y sano, con unas ramas que servían de cobijo a las aves y a las crisálidas que hibernaban. Abrigaba, pues, en su follaje con amor inconmensurable una nueva oportunidad para la vida, dejaba que la libertad de aquellas criaturas le diese sentido a todo el esplendor del que gozaba. Ese pequeño universo fue arrasado, en segundos, y el rastro de lo que dejaba formaba parte de la mochila que, tras de sí, iba dejando el vendaval aniquilador. Cuando el viento se topó con la nada, se disipó, sin contemplaciones, ipso facto

🌬️Su falta de lealtad hacia la existencia borró del reloj la bondadosa sonrisa con la que lo había observado y rompió, abruptamente, la amistad que los unía. Mas, el tiempo siguió marcando su tictac, mientras el aire había sucumbido ante la nada, para siempre y hasta el final; sin encontrar ni un soplo al que atenerse. Y el tiempo fue el único que pudo con todo y siguió, sin mirar atrás.

Diego J. López

ebrero 2022

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