26 dic 2014

Tejiendo el amor

Las arrugas muestran surcos de experiencia en unas manos que con mucho amor asen dos agujas y un ovillo de lana, punto a punto hileras de lazos perfectos y simétricos van configurándose. No pocos han sido los metros de madejas que esta buena señora ha transfigurado en chalecos, rebecas, pololos o patucos. Como si de una parca que nunca deja de tejer los hilos de una nueva vida, la abuela que tras la buena nueva no piensa más que en rellenar esa canastilla matriz de necesidades cubiertas en primera instancia del que será el vástago querido de su eterna protección.
Así pues, abuelas van trabajando su estatus en la vida del que está por nacer y desde la primicia, la buena señora, no piensa en otra cosa y con mimo y dulzura, pero sobre todo con ilusión va tejiendo con amor cada una de las puntadas que de esas agujas van saliendo. Ancestral son las artes de la costura y el tejido, milenarias las técnicas que bordan con diferentes formas y motivos las prendas, tantas como el amor que se profesa hacia este escalón de la línea genealógica.
Sin embargo, nunca es suficiente, siempre puede haber más y surgen los dilemas. ¿Qué color utilizo? ¿Rosa para la niña, azul para el niño, neutros como el amarillo o el verde? ¿Pongo lazos, no los pongo? Cuestiones, a priori, intrascendentes, pero una vez en la mercería, esta buena señora, interroga y aborda casi desaforada al tendero, cree que su ilusión es la única existente en ese momento, no considera que pueda haber otras abuelas en la retaguardia con la misma sensación. Pero el sabio e instruido tendero es hábil y conoce a la perfección el trato que ha de dar a estas buenas mujeres y todas, a buen seguro, sonríen con su bolsa al atravesar el marco de la puerta.
Desde la antigüedad las mujeres se reunían para tejer juntas. Configuraban así pequeños club sociales en los que intercambiaban impresiones, emociones y por qué no decirlo alguna que otra habladuría. Es una buena y preciosa costumbre que cada vez está más en desuso. Quizás la costura o el punto ha quedado relegado a talleres esporádicos que los Ayuntamientos o las Juntas de Distrito ofertan a los vecinos para rescatar, aunque sea de una manera efímera, esta bonita costumbre. Ni que decir tiene que son las féminas las verdaderas portadoras de la técnica aunque no estaría mal que los hombres se acercaran a este maravilloso mundo de creación. Pero todavía existen algunas casas, algunas abuelas de esas de otras generaciones anteriores que no pierden esta sana costumbre y en la sociedad del consumismo que no sabe apreciar lo costoso y la calidad de este tipo de prendas hay, aun, un atisbo que hace perdurar en el tiempo las agujas bajo las axilas y la madeja entrevista entre una bolsa que se aloja en el suelo junto a una mecedora o sillón, baluarte perfecto para ejercer la bella profesión.
En las profesiones artesanas las de estas abuelas que tejiendo el amor hacia sus nietos son únicas tiene una digna mención y además merece alegato de salvación por parte de los defensores de las tradiciones. Nuestra primera ropa, ese primer chaleco que nos coloca nuestra madre antes de salir del hospital maternal, esos gorros y bufandas en los primeros días del otoño y esos baberos que tantas cucharadas han aguantado salen de las manos de estos seres primorosos que son las abuelas. Así, el orgullo y la simbiosis es total, portar una prenda tejida a mano, por esas manos, es algo que nunca te harán olvidar y, ¿quién sabe?, algún día tus propios hijos pueden aprovecharlos y orgulloso promulgarás a los cuatro vientos el nombre de la artífice de tan bella prenda y sentirás orgullo, quizás nostalgia.
Al fin y al cabo somos hijos de la tradición, en primera y última instancia y a pesar de las vicisitudes, la modernidad, el ritmo frenético y la loca sociedad de la imagen y la comunicación no hay mensaje más bello que el que transmite el olor de esa lana que tras lavados ha adquirido una personalidad propia, un olor que transportará al más olvidadizo hacia esas manos, hacia ese regazo y hacia esas bellas arrugas que supo protegerlo del frío y el calor a base de un punto tras otro, de un hilván y un brocado. Esas manos que tejiendo el amor devorarían por ti hasta al mismo diablo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Noticias

Letras y Opinión

Fotos

Monumentos